Fotos de Jose Jordan

15 de abril 2021

Israel Galván lleva el duende en el bolsillo. Es pequeño y travieso, y como a veces le dice que salga y no hace caso, él tiene que ayudarlo a salir “porque el duende sale cuando a mí me da la gana”. Esto comenta, jocoso, en el taller que ha impartido en el programa de formación que ofrece gratuitamente el festival Dansa València. Seis horas en las que compartir su genial maestría con un grupo de bailaoras y estudiantes. Ejercicios de taconeo con requiebros o braceos espantamoscas para ayudar a extraer ese duende escurridizo. Hoy presenta en el TEM su propia versión de El Amor Brujo y con la excusa le hice algunas preguntas.

Observar lo bien que lo pasan, ellas y él, es una fiesta. Cuando llego están en un ejercicio que consiste en probar pasos para provocar el ole, “no el festivo”, les dice, sino el que lanzas cuando ves algo que no esperas. Lo sabe bien, lleva años sorprendiendo con cada nueva creación que presenta. “Probad con un gesto, con algo chiquitito, a ver si lo encontráis mejor”, dice, refiriéndose a ese algo, personal y único, que tiene que salir de dentro de cada una. Les pide a algunas de las bailaoras que pongan nombre a su gesto. El recogidito llega de mano de una; el a ver que encuentro de otra; el tembleque de una tercera. Y se ponen todas, las 15 que forman el grupo, con el zapateo, al que añaden los tres gestos nuevos encadenados. De fondo, música griega, un instrumento de cuerda y una evocadora voz de textura rocosa. 

Mientras siguen les recuerda que el gesto tiene que ser algo que normalmente no haces, que sale del cuerpo sin saber qué es, “ahí habréis encontrado algo”, afirma. “¿Cómo va? ¿Lo encontráis?”, pregunta, antes de ponerse a buscar en el «pellizco» que normalmente acompaña al duende y “que sale de aquí” dice, mientras se señala el estómago.

”¿Es lento el duende?” No, es rápido, contestan todas “Pues buscad un remate rápido”. “Ahora vamos a trabajar cómo suena”, continúa, preguntando a cada una su opinión. Y así avanza la clase, ofreciendo, trabajando, buscando, probando cosas, a veces solo “para jugar”. Con los brazos marca el ritmo “1, 2, 3, 4, 1, 2, 3 y el cuaaaatro es más largo y abrimos los brazos, vamos a bailar con los números”, dice.

Al finalizar el taller me acerco a tres de las participantes para que me cuenten sobre la experiencia de las dos jornadas. Todas coinciden en que les ha servido para encontrar nuevas herramientas y claves con las que trabajar desde otro lugar con su cuerpo y sus posibilidades expresivas. “Es un trabajo muy abierto que permite bailar con todo el cuerpo, buscar el ritmo desde otros lugares, es muy útil” me cuenta una de ellas. “Lo he visto muchas veces bailar y ahora, desde esta perspectiva entiendo de otra forma lo que he visto en escena”, añade otra.

 

Cinco preguntas para el bailaor

El beneficio para las bailaoras es claro, nuevas herramientas y un enfoque personal del baile. Pero, ¿qué le aportan estos talleres a Israel Galván? “No doy muchos, pero me gusta porque me sirven para coger el centro, me ayudan a corregirme a mí mismo. Como en el taller puede haber varios niveles, buscas lo sencillo y lo esencial, que a veces se olvida. Cuando bailo todo va muy rápido, viajar, actuar,… y cuando paro a enseñar a otros cojo el centro y empiezo de nuevo. No es que baile de otra manera, pero las piezas que tengo cambian, se gradúan y se ponen en otro lado», afirma.

En este último año, con las giras internacionales paradas por la crisis sanitaria, hemos visto a Israel Galván en varias tesituras artísticas. Con el espectáculo Gatomaquia en una pista de circo junto a la familia Romanés, su hermana Pastora Galván, el músico Caracafé y la gata Cocotte. Con Niño de Elche en Mellizo doble, un nuevo encuentro para compartir con alguien tan inquieto como él. O en Maestro de barra, varias piezas de video grabadas en su bar sevillano de cabecera. Por eso le pregunto por esa continua búsqueda de nuevos espacios para bailar. «Siempre he bailado en sitios que no son de baile: la terraza de un rascacielos en Nueva York, una iglesia, un ring de boxeo, en museos,… Estoy en contacto con el arte y abierto a bailar donde no se hace normalmente, lugares que me hacen bailar diferente. Cuando se baila el sitio cambia. Y con los señores del bar… siempre he hecho cosas así», sonríe.

En todas estas creaciones, el sentido del humor, la guasa, están muy presentes. No es un recurso ajeno a su trayectoria, pero le pregunto si tal vez se ha acentuado últimamente: «Los espectáculos de hace tiempo hablaban de la muerte: Los zapatos rojos sobre la mutilación del cuerpo, La metamorfosis de la transformación, he bailado sobre el Apocalipsis, el genocidio gitano,…. He pasado por un periodo de sudar el miedo con el baile. Cuando quiero hacer algo busco un tema nuevo, y ahora he llevado la búsqueda de otra manera. No quiero ser cómico porque es muy difícil y no se me da bien, pero el humor es como una llave que me sirve para finalizar cosas, me da la clave en temas cotidianos o en gestos”.

Esta tarde presenta en el Teatre El Musical de Valencia El Amor Brujo. Gitanería en un acto y dos cuadros. Lo hace vestido de mujer porque quería bailar en un cuerpo femenino y con otra energía. Para ello ha invocado a su tía Eduarda de los Reyes, alguien a quien, confiesa, no llegó a conocer pero cuya presencia ha rescatado para transformarse en mujer. “Me gusta esa dualidad, pienso que soy mi tía. Suena siniestro” me dice, “pero como la historia va de brujería la cosa cuadra”. Del famoso libreto y ballet del que conocemos la historia de muerte, fantasmagoría y liberación,  él ha imaginado la obra “como un episodio de dibujos de Disney porque es una historia muy tradicional, tanto que suena como infantil, por eso hablo de zapatear el terror en medio de la brujería, porque es todo muy exagerado”.

En sus fotos recientes de Instagram aparece en medio del campo del Betis en diferentes poses flamencas acompañado del balón. Sabemos que de pequeño quería ser futbolista y que es forofo del club sevillano, así que le pregunto si tal vez lo veremos pronto bailando en el césped:  “Ser del Betis es un sentimiento, me gusta estar cerca, en el campo, y cuando estoy allí veo un ballet, un rito. Es el equipo más artístico que hay, así que no sé…” dice, entre risas.

 www.israelgalvancompany.com