Fotos de Tristán Pérez-Martín
9 abril 2020
Me crucé casualmente con Junyi Sun el 11 de marzo, dos días antes del inicio del confinamiento. Ultimaba en una sala del Estruch de Sabadell la pieza de danza que dos semanas después hubiera estrenado en el teatro Sagarra de Santa Coloma de Gramanet si la Covid-19 no se hubiera convertido en nuestra peor pesadilla. Aquel día le dije que iría a la función. Como ha sido imposible, he charlado con él sobre Am I Bruce Lee, creación con la que quiere llegar a un público amplio.
No, él no es Bruce Lee, pero podría haber llegado a serlo si la interpretación y la danza no se hubieran cruzado en su camino. Ha practicado a fondo las artes marciales desde la adolescencia, cultivando con ellas el control de la mente y un cuerpo fibrado y ágil. Pero escuchó a su yo creativo y se metió de lleno en los musicales y el teatro formándose en escuelas de Barcelona. En ellas es donde Junyi Sun (Valencia, 1987) encontró su verdadera vocación: comunicar con el movimiento sus inquietudes personales. Esa certera intuición le ha dado ya bastantes alegrías, como la de recibir el reconocimiento al Mejor Intérprete masculino de danza en los Premis de la Crítica de Barcelona de 2017; o la de convertirse en un miembro activo de la escena catalana.
Hasta ahora ha trabajado bajo la dirección de otros artistas (Sol Picó, Cesc Gelabert, Roberto G. Alonso, Toni Mira,…) y, en paralelo, con el resto de miembros de su propia compañía, Kernel Dance Theatre. Con esta formación ha creado colectivamente tres piezas, Give Me Protein, Taijin Kyofusho y Re:Live. Am I Bruce Lee es el primer trabajo en el que sube solo al escenario.
La segunda sílaba de su nombre, yi, significa en chino fortaleza física, una cualidad que ha trabajado durante sus años de entrenamiento en artes marciales, práctica que le ha servido para cultivar una versatilidad y una capacidad de adaptación a prueba de bomba. Su familia, emigrantes de la región de Zhejiang, al sudeste de Shangai, llegó a Valencia, donde nació Junyi. Se trasladaron a Tarragona poco tiempo después, antes de recalar definitivamente en Barcelona, donde viven desde hace 20 años.
Todo esto forma parte del mapa vital de Sun: los orígenes y cultura de su familia, su trayectoria geográfica en España, su pertenencia a una comunidad de emigrantes cuyas primeras generaciones se mantuvieron cerradas sobre sí mismas. De ahí que la identidad sea uno de los temas que Am I Bruce Lee aborda.
Un icono pop
Bruce Lee se convirtió en icono pop gracias al cine, donde triunfó en los años 70 del siglo pasado como intérprete, coreógrafo e incluso guionista de algunas de las cintas. Nacido accidentalmente en San Francisco durante la gira de la compañía de ópera china en la que trabajaba su padre, se instaló definitivamente en Estados Unidos a los 18 años.
Durante su vida sintió el rechazo de los estadounidenses por su origen chino, y por parte de los chinos por su nacionalidad y carrera en los EEUU. También Sun ha sentido el conflicto por su pertenencia a dos culturas, la oriental y la occidental, con las tensiones que ello conlleva a nivel de identidad.
Licenciado en Letras y Filosofía, Lee mostró siempre interés por el desarrollo del pensamiento como fuente de equilibrio mental y físico. Acuñó algunas frases que hoy en día todavía utilizamos, como el famoso “Be water my friend”. Es esta faceta intelectual una de las que más ha interesado a Sun en su investigación. En el dominio de la técnica, Bruce Lee estuvo condicionado por ciertas limitaciones físicas para practicar las artes marciales tradicionales, circunstancia que le llevó a crear un sistema propio, el Jeet Kune Do, en el que Sun ha sido formado.
Uno de los maestros de Junyi Sun era un auténtico fan de Bruce Lee, disponía de una habitación consagrada casi en exclusiva a documentación sobre el Pequeño Dragón. A sus libros, vídeos y archivos ha acudido el creador durante la búsqueda de materiales para la pieza. En la obra establece paralelismos entre ambos. Uno de ellos, significativo y poco conocido, es que Bruce Lee fue bailarín de cha-cha-chá (llegó a ganar un concurso en Hong Kong que le valió el titulo Crown Colony Cha-Cha Champion en 1958). Su conocimiento del baile y su sentido de la rítmica le ayudaron en las artes marciales y en la elaboración de las coreografías de combates que le hicieron mundialmente famoso. Así, ambos, están vinculados a la danza y a los golpes de puño y patadas por igual.
Sun confiesa que estuvo distanciado de la figura de Bruce Lee durante muchos años porque otros niños se burlaban de él llamándole así. Ahora, sin embargo, siente que Lee es un compañero que le ha ayudado a tener una perspectiva de la vida más amplia. En ese camino ha aprendido a definirse como euroasiático. La parte europea le ha llevado a preguntarse por su identidad, mientras que su parte asiática se ha servido de las artes escénicas para paliar un caracter reservado.
Junyi Sun ha tenido tiempo de indagar en este y otros aspectos de la biografía de Lee gracias a lo dilatado de su proyecto, iniciado hace dos años. Durante este período ha contado con una residencia en La Piconera, espacio de creación de Sol Picó, y ha podido hacer una presentación en público del trabajo en proceso en la sala Hiroshima de Barcelona. Un proceso lento y concienzudo con el que quiere reforzar su camino personal como creador. Sun vería cumplido uno de sus objetivos si esta pieza sirviera de referente a otros jóvenes asiáticos que han pasado procesos identitarios similares.
Falta ahora que se aclare el futuro, el de todos, el de las artes escénicas y el del propio Junyi Sun, quien antes del confinamiento alternaba los proyectos propios con nuevas colaboraciones con el mundo del circo. Mientras reorganiza su calendario (espera poder estrenar la pieza en julio) y mantiene reuniones virtuales con compañeros, su disciplina física le permite mantener cuerpo y mente en los mejores niveles que las circunstancias permiten. Las enseñanzas de Bruce Lee parecen ideales para tiempos de pandemia.