23 de diciembre 2023
Poco conocemos por estas latitudes de Angola, el país que fuera colonia portuguesa y cuya capital, Luanda, es una de las más efervescentes del África central. Sin embargo, un estilo musical y un baile, la Kizomba, se están convirtiendo en embajadores de su cultura por todo el mundo. Abran paso a este ritmo de suave cadencia, ya no dejaremos de hablar de ella. El Kizomba Design Museum se encarga de ello.
Bailar, comer, escuchar a artistas expertos en kizomba, disfrutar de la música en vivo, fueron algunas de las muchas maneras en que el público pudo acercarse un poco más a este estilo musical y rítmico. Ideado por los artistas angoleños Kalaf Epalanga (Kiôlo) y Nastio Mosquito (ZZZZ Creative Projects) la 35ª edición de la prestigiosa Bienal de Sao Paulo, (celebrada en septiembre) dedicó un extenso programa a la kizomba. El despliegue ocupó emblemáticos espacios de la ciudad como Casa Francisca, un precioso palacete colonial convertido en casa cultural, la galería Pivó, ubicada en el icónico edificio Copan de Oscar Niemeyer, o la librería Megafauna.
‘Si puedes andar puedes bailar’ ha sido uno de los lemas para abrazar la fisicalidad de la kizomba, al igual que ‘Si puedes hablar puedes cantar’ lo ha sido para experimentar con las variedades vocales del estilo. Se han replicado las Festas de Quintal que, a modo de batallas, han lanzado a la calle a bailarines y maestros de ceremonias.
Igual que hemos ido conociendo estilos como el kuduro, el patsula o el coupé decalé gracias a compañías y artistas como los sudafricanos Via Katelong, o al marfileño afincado en Barcelona Oulouy, es hora de conocer un poco más este otro ritmo que hace bailar a todos.
Los comisarios del Kizomba Design Museum
Cuerpos libres en una sociedad opresiva
Destacan los comisarios que han aprendido más de su propio país a través de la música que en los libros de historia. El pasado reciente de Angola explica esta afirmación. A la independencia en 1975 le siguieron tres décadas de guerra civil, una brecha indescriptible en el día a día de los angoleños.
Pero al igual que sucede en las peores situaciones, la vida se abre paso, y durante los años de dominio colonial primero y de plomo después, la música fue una de las manifestaciones que más proliferó, funcionando como válvula de escape de la realidad. Igual que el baile. La dictadura militar motivó que las sesiones clandestinas solo acabaran cuando lo hacía el toque de queda (que funcionaba entre la medianoche y las 6 de la mañana), provocando largas sesiones de ese nuevo estilo que de forma sincrética fusionaba numerosas influencias.
En los abigarrados barrios de la populosa capital, la samba, el tango, los ritmos afrocaribeños y otras cadencias se fueron abriendo con el tiempo al rock y otros sonidos universales mientras las compañías discográficas apostaban por un fenómeno que olieron imparable. Las “morras do musseque”, como se conocía a los clubes, discotecas y puntos de encuentro, ganaron popularidad en la periferia, con fiestas para todos los gustos, todos los días de la semana.
El término ‘semba’, música popular angoleña, derivó en ‘massemba’, una danza ‘de ombligo’ en pareja también conocida como ‘rebit’ que ya aparece en el siglo XIX como una danza de corte de lejanas raíces italianas cuya mutación llegó a Angola vía Brasil y Cuba, reinterpretándose después según la tradición africana y especialmente la del carnaval de Luanda, con ritmos como kazukuta, cabetula, kaduko, maringa y dizanda. El resultado, un baile en pareja, agarrado, sensual pero rítmico que en sus variantes actuales separa los cuerpos y añade electrónica o pasos de urban dance entre las variables .
Kimbundu, kizomba, fiesta
La palabra kizomba surgió de la expresión en lengua angoleña ‘kimbundu’, que significa “fiesta” o “celebración”. Combinando elementos musicales y de danza de todas las influencias culturales mencionadas, la kizomba ganó popularidad y se convirtió en un fenómeno global gracias en parte a la diáspora en Europa y Estados Unidos. Los angoleños exiliados se prestaban a encuentros y tertulias en torno a su cultura y experiencia, movidos por la nostalgia y la voluntad de mantener la memoria cultural de su patria.
La tecnología permitió a partir del 2000 multiplicar la producción musical y el siglo XXI, con su paz civil, consolidó un sentimiento nacional que hizo proliferar todo lo autóctono. Pero como ya sabemos, aquello que nace mixto sigue creciendo con el mestizaje, y hoy en día se practican y enseñan numerosas variedades de kizomba en escuelas de baile de todo el mundo, también cerca nuestro. Por ejemplo, el cada vez más extendido Urban Kiz le añade hip hop y música electrónica.
Desde Sao Paulo, como un cohete
Le pregunto a Kalaf Epalanga y Nastio Mosquito algunas cuestiones después de que se haya activado el Kizomba Design Museum, la web que da continuidad en el tiempo a su iniciativa. Lo primero, la valoración del evento brasileño, tres días intensos volcados en dar a conocer la kizomba: “El equipo está muy satisfecho. Hemos sido testigos de una interacción dinámica entre la música y la audiencia, fomentando un diálogo que trasciende las fronteras geográficas y culturales. KDM en São Paulo ha sido un ecosistema vibrante de pensamientos, emociones y perspectivas, maravillosamente entrelazados a través de la música, la literatura o la comida”.
Sobre la percepción que en Angola aporta este éxito, ellos lo tienen claro: “Más allá de nuestros logros en Brasil, hay una conciencia cada vez mayor de la importancia de la kizomba en el ámbito de las políticas culturales. No hay duda de que está siendo reevaluada como una destacada contribución a la escena artística mundial. No sólo muestra la riqueza de la cultura angoleña, también destaca el diverso mosaico de culturas africanas de habla portuguesa”. Sobre su hibridación actual Kalaf, quien en 2023 ha publicado el libro ‘Whites can dance too’, explica: “Destaca ver como la kizomba, con sus profundas raíces en la cultura ‘Palop’ [la de los países africanos de habla portuguesa], se está fusionando con distintas formas de danza urbana, dando como resultado un género nuevo y efervescente. Después de Brasil, en Londres, Nairobi y Accra, he sido testigo de su versatilidad y dinamismo, lo que refuerza la idea de que el intercambio cultural es una fuerza impulsora de las artes, que las formas artísticas no son fijas, sino que, de hecho, son entidades en evolución, que se adaptan y crecen en respuesta a los paisajes cambiantes que las rodean”, concluye.
Web del Kizomba Design Museum donde se irán anunciando futuros eventos.