14 de diciembre 2023
Cada mañana Carmen Werner se agarra a la barra de ballet para el entrenamiento diario, una rutina que extiende con ejercicios aeróbicos de fuerza. Si toca ensayo, por la tarde habrá otra clase y su cuerpo continuará en movimiento, como ha hecho toda la vida, desde que con cinco años descubrió que quería bailar.
Ahora, con 70 años, la creadora está de gira con ‘1953’, pieza estrenada el pasado mes de mayo en el festival Madrid en Danza, que lleva por título su año de nacimiento, y que durante estos días se puede ver en la sala Carme Teatre de Valencia. Allí es donde he tenido ocasión de charlar con ella en una pausa que hace amabilísimamente para atenderme.
Incansable trabajadora, de inagotable mente creativa, perseverante en la siempre tacaña escena de la danza en este país, Werner ha recibido el Premio Nacional de Danza en 2007 y la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes en 2020. Pero es, sobre todo, una persona muy querida en el mundo de la escena ya que bajo el calor de su ala han sido alimentados y han crecido artistas de primera magnitud como Daniel Abreu, Janet Novas y otros tantos.
Otro dato más sobre su pasión por la danza, a la que considera su vida, es el número indeterminado de coreografías firmadas para Provisional o para otras formaciones, de aquí y de fuera. El cálculo aproximado, que ella misma me ofrece, multiplica los 38 años de su compañía por tres o cuatro creaciones al año; más de un centenar en todo caso.
Hay un misterio que planea sobre ‘1953’ antes de entrar en la sala. Leyendo el breve texto del programa no se llega a entender la intención que habrá en ella, algo que la coreógrafa no quiere desvelar pero que se presenta de forma sutil cuando la ves. El concepto de ‘despedida’ aparece entre dosis de humor (negro), en las escenas de un quinteto en el que ella tiene un papel protagónico no intencionado sino provocado por una presencia y un magnetismo escénico que continúan inalterables. Junto a ella, Cristian López, Raquel Jara, Alejandro Morata y Sebastián Calvo nos llevan de paseo por la vida, así, sin más, de forma sosegada, con esa manera elegante, alejada de virtuosismos pero certera en su forma de tocar las fibras sensibles del que mira.
Le pregunto sobre el veneno de la danza, aquello que la mantiene siempre tan activa. ‘Es difícil explicarlo. Esto es mi vida, no solo el movimiento, también la escucha, la energía que fluye, el silencio, todo es muy importante. Esto me engancha cuando estoy bailando, pero también cuando estoy sentada pensando en una propuesta. Es una pasión, una droga’, me dice.
A lo largo de una carrera tan extensa su sello estético se ha consolidado, que no fosilizado, introduciendo elementos que ha considerado oportunos como es el caso del humor, al que recorre en las últimas creaciones; o como el texto, acentos que suman a esa danza tan humana, desnuda y sin artificios. ‘Antes mis piezas tenían mucha escenografía, una barbaridad, pero me di cuenta de que se comía a los bailarines, aunque tuviera la costumbre de usarla no como adorno sino como parte de la coreografía (redes, tubos de hierro…). Además mover todo eso en las giras era caro y lo hacía más complicado’, señala.
Para ella, el goce del baile no está solo en practicarlo o crearlo, también en ver a los demás bailar. “Disfruto un montón viendo bailar. Ya casi no voy al teatro pero veo muchos vídeos y ensayos de mucha gente. Tenemos un dialogo entre amigos coreógrafos, ellos me piden que mire cosas, yo les pregunto…”.
El barro para moldear sus piezas, que hablan de las relaciones humanas, son las persones con las que trabaja, un equipo estable desde hace ya mucho tiempo más las incorporaciones que va sumando por motivos diversos ‘Aprovecho a las personas, me gustan las diferentes personalidades del ser humano y aunque estemos haciendo lo que yo llamo un tuti [bailar todos a la vez el mismo paso], cada uno tiene una característica propia. No me gusta el virtuosismo sin más, se supone que si somos bailarines sabemos bailar”.
Sobre ese cuerpo curtido le realizo una última pregunta. ¿Te acompaña en tu voluntad de seguir creando, bailando? “A veces me dice vete a tomar… porque está muy cansado, pero no le hago caso y sigo bailando”.
1953 está en Carme Teatre hasta el día 16 de diciembre.