16 de noviembre 2023
Rozar los árboles, interactuar con las plantas o recorrer el campo son para muchos necesidades vitales y artísticas. Florecen las iniciativas que tienen en lo arbóreo o en el contacto con la naturaleza su principal razón de ser, también en la danza. Del festival Bionic en Madrid, a las residencias en la Vall d’Ebo, experiencias en la Sierra de Guadarrama o en las montañas de Morvedre, recogemos algunas de ellas en este artículo.
El artista plástico Miguel Valdina, HONEVO, encontró en uno de sus paseos por Madrid un árbol casi muerto que cuidó y recuperó con formación específica y paciencia. A raíz de la relación establecida con aquel ser vivo propuso a su galerista hacer algo que lo vinculara con la danza, momento germinal del Bionic festival que desde 2016 viene ofreciendo asombrosas propuestas de interacción entre lo humano y lo vegetal. En 2023 se ha desarrollado por segundo año en los Teatros del Canal de Madrid, un marco icónico para un festival especial, ya que desde la pandemia adoptó el formato digital, multiplicando audiencia y globalizándose.
‘Este proyecto quiere que se humanice a las plantas, generar un discurso artístico en torno a ellas. A partir de esa idea, cada artista que participa tiene libertad para proponer, por eso hay acciones más políticas, otras experimentales, coreografías muy definidas y bien construidas… una variedad que enriquece el contenido’, me cuenta su director, antes de añadir ‘Bionic reflexiona sobre nuevos modelos de sociedad, de convivencia pacífica con el entorno, inspirados en tribus’, añade. Todo un alegato dado el modo en que se desarrolla la vida contemporánea para la mayoría de personas.
Rober Gómez y Virginia Gimeno, ganadores de uno de los premios biónicos en 2021
Bailar con árboles es danzar
La convocatoria de concurso con esta temática atrae cada año a más artistas, de la danza o de otras disciplinas, dispuestos a interactuar con plantas y árboles. Acacias, laureles, cedros, buganvillas o limoneros, todo vale para las coreografías. La movilidad de las plantas la facilitan unos maceteros ‘manglares’ con ruedas diseñados por HONEVO, estructuras en las que se puede entrar, subir e introducir interacciones muy variadas para la danza.
‘Este año han llegado 40 propuestas de cuatro continentes y la calidad es cada vez mayor’, me cuenta mientras camina por la ciudad. Algo más de la mitad españolas, muchas de ellas de colectivos. Los 10 artistas seleccionados por este proceso abierto han contado con unos días en Canal para montaje, ensayos y grabación del video, que una vez colgado en el canal de youtube del festival comienza su andadura virtual. Un jurado, -formado por bailarines, paisajistas, coreógrafas, organizaciones de defensa de la naturaleza o gestoras culturales- reconoce tres de ellos. Este año se conocerá a los premiados el próximo día 22.
La asociación Biomima organiza el evento, que desde que nació ya ha pasado por el espacio Floreta, por Tabacalera, la galería Max foto, por Lisboa y los dos últimos años se ha asentado en Canal. Para ampliar el campo de visión este año ha habido además poesía, comedia y formatos híbridos que puedan atraer a más gente que el tradicional público de danza.
Valles en marcha
María Peredo, Malena Albarracín en Vall d’Ebo, Lucía Jaén y Alex Espinoza en Vall de la Gallinera son los cuatro artistas del movimiento que durante esta semana han podido desplegar sus prácticas en estos puntos del interior de la Comunidad Valenciana que tiene difícil acceso a la creación actual. Si durante la semana han trabajado con escuelas y colectivos locales bajo el paraguas de ‘Arrelant dansa’ de la APDCV (la asociación valenciana de profesionales de la danza), el fin de semana próximo mostrarán su trabajo, actividad que se complementa con el encuentro con otras artistas que ahora mismo enfocan su creación con lo natural. Es el caso de Paula Pachón y de Ángela Verdugo, esta última en plena gestación de Mata baja, una pieza que reflexiona sobre la naturaleza.
Desde Faura, en la Vall de Segó (Valencia) hace ya unos años que Hort-Art convoca a vecinos y artistas en ‘Relacions geològiques d’amor’, acciones en plena naturaleza para ‘explorar la relación de las artes del cuerpo con el entorno’ para que lo colectivo y lo natural echen raíces juntos. Este año, bajo el lema Barranco, acogieron residencias y muestras de trabajo de exploraciones en torno a ‘las cicatrices propias marcadas en la tierra’. Cave Canem (Alexander Espinoza y Carmela García), Vicent Gisbert, Natalia D’Annunzio y Mauro Molina, el colectivo La Canadiense, Shiori Sumikawa o Evgeniya Melkoyan se perdieron entre los parajes cercanos para sus exploraciones creativas. Más detalles de esta y otras iniciativas de Pere Bodí y Alex Guerra, aka Hort-Art, aquí.
Naturaleza somos
En l’Alzina de l’Aguda, 20 habitantes, provincia de Lleida, Olga Tragant y Jaume Amigó (bailarina-coreógrafa y artista visual) plantaron Natures, un festival que desde la danza y la plástica ofrece un ramillete de propuestas que potencian el contacto directo con la naturaleza y el campo, con acciones en el paisaje, recorridos por intervenciones artísticas, talleres o charlas. De carácter efímero, las instalaciones que ha acogido hasta hora promueven ‘una relación fértil entre el mundo rural y el artístico, entre el campo y la cultura’. De periodicidad anual en sus inicios, ha pasado a organizarse cada dos años, por lo que su próxima edición será en octubre de 2024.
Otros ciclos como el que organiza Labea, Arbola, reunió entre los meses de abril y julio pasados eventos que celebran ‘la fuerza poética y simbólica’ de los árboles’. En Pamplona, Arce, Monreal, Tafalla, Unzué, Villar de Enciso, todos municipios navarros, y en María de la Salut, el pequeño pueblo mallorquín donde Maria Antònia Oliver organiza su propia cita en el campo local. Tentativas de convertirse en árbol de Luciana Croatto, co directora del Centro Coreográfico Rural de La Rioja Jorge Garrido, Plantadanía o Baños de bosque y arte son los nombres de algunas de las acciones que se llevaron a cabo.
En la transición ecológica y social en que nos encontramos, plantas y árboles, la naturaleza, se erige como símbolo y faro de nuevos valores sobre los que investigar y danzar.