Fotos de Gema Iglesias
19 de enero 2023
El bailarín y docente valenciano siempre se ha rebelado antes las adversidades. La primera rebelión fue ante el futuro inerte de unas calles de extrarradio que combatió con las danzas urbanas; la segunda, ante los que no le veían encaje en la formación académica, a los que acalló al conseguir el Grado Superior en Pedagogía de la Danza Española; la tercera, frente a los que rechazaban su exploración de otras formas de bailar. A estos ha plantado cara investigando y absorbiendo del máximo de creadores, lecturas y experiencias posibles para seguir siendo él mismo.
Concentrado en el proyecto ‘Al soniquete del ser’, que desarrolla hasta marzo en Espai LaGranja dentro de los Laboratorios de Investigación del centro, Montoya encuentra un hueco para explicarme de donde viene ese interés profundo en encontrar su manera de bailar. De verbo fácil y con suficiente experiencia acumulada en 45 años como para saber de lo que habla, el bailarín se ha rodeado de un equipo de confianza para “crear conexiones, aprender y compartir el conocimiento que sea extraído de todo este proceso”, afirma.
Ahora se siente seguro en su camino de investigación, pero las negaciones le han asaltado en diferentes momentos de su vida. Como cuando le dijeron que era demasiado mayor para formarse en danza. “Siempre me ha atraído el movimiento, en mi barrio estaba rodeado de hienas y el futuro era desolador. Me metí en las danzas urbanas practicando en la calle todas las técnicas de la old school”, me cuenta. “Cuando a los 21 años fui a inscribirme en el conservatorio me dijeron que ya era demasiado mayor, así que comencé en una escuela con las niñas de ocho años”.
Recuerda también como en una compañía flamenca en la que más adelante bailaría le afearon su manera de moverse “muy redonda y dinámica” durante una improvisación. O cuando, ya en el Conservatorio, hacían chanza de su manera de expresarse. En esta y otras circunstancias se ha visto inmerso a lo largo de su carrera, pero Montoya, fiel a su camino y a su voluntad de formarse, bailar y crecer, ha seguido siempre hacia adelante.
Una academia en su Torrent natal primero, el centro de María Carbonell después, el Conservatorio Profesional de Ribarroja a continuación y el Superior de Valencia por último son las etapas que ha ido recorriendo para aprender. Pese a las negaciones ha persistido, “yo iba a coger información y luego adaptarla a mi interés”. Todos esos años combinó la formación con el trabajo, “en la obra, recogiendo naranjas, de pintor o mozo de almacén porque mi padre me dijo ‘si quieres dedicarte a esas chorradas, te las pagas tú’, aunque, por suerte, yo me he criado en un matriarcado y eso me ha hecho libre”, añade.
El movimiento inconsciente
Para su reciente Trabajo de Final de Grado contó con el acompañamiento de Carmen Giménez Morte, Santi de la Fuente y Fernando López Rodríguez, tres profesionales que le han ayudado a ser, por fin, el bailaor, docente y ahora investigador que siempre ha querido ser. “La seguridad que me brindaron ellos tres y el abanico conceptual que me abrieron me hicieron sentirme digno. Yo he seguido mi carrera de forma instintiva, pero me faltaba el sustento del entorno”. Con todo ese poso de seguridad comenzó a idear este proceso que ahora desarrolla en LaGranja. “Fernando me habló de la escritura automática de André Breton y ese acercamiento lo he trasladado a mi baile para, a partir del movimiento inconsciente, extraer mi memoria y recuerdos corporales”, señala.
“Me enseñaron un flamenco en el que los brazos eran estacas clavadas en mi cuerpo, y el movimiento de caderas, la ondulación de mi torso y la rotación de muñecas solo estaba permitido en el baile de mujer; un flamenco de movimientos tensos, fuertes, discontinuos, tajantes y tradicionales, donde los zapatos se utilizaban como un instrumento musical. Mi cuerpo y el movimiento que desprende no muere en los pies, yo nazco desde los pies, desde la tierra al cielo, no muero en los pies”, escribe en su proyecto.
En el colectivo Aquelarre que desarrolla el Laboratorio, además del propio Montoya encontramos a la bailaora y docente Lorena Martínez y la bailarina y video artista Gema Iglesias, quien está creando el archivo del proceso. Además, María del Mar Suárez ‘La Chachi’, Andrea Jiménez y Juan Carlos Lérida son, por ahora, los artistas invitados a pasar por la sala de LaGranja y compartir su metodología y saberes con el equipo.
“Aunque me gustan y he practicado todo tipo de danzas, en su día me aconsejaron hacer español por mi estética. Estoy enganchado al flamenco por su rítmica, pero me he ido de aquellos lugares en los que me han intentado domar”, afirma. De este Laboratorio espera extraer metodologías y estrategias didácticas que pueda utilizar en sus clases en la Escuela Municipal de Burriana y en otros contextos formativos o de intercambio.
Cansado de estereotipos sobre cómo debe ser practicado y bailado el flamenco, Montoya añade que “verdad y pureza están muy mitificados, cuando sabemos que no hay nada puro en el flamenco, sino que es un soporte con el que puedes canalizar muy bien tu esencia. Como todo lo popular, está para subrayar tu ser. Quiero bailar como sienta mi instinto, sin renegar de la escuela, que es la que me ha dado la técnica”, concluye.