Publicada en Levante-EMV el 5 de noviembre 2022
Tabú, Colectivo Glovo Creación Esther Latorre y Hugo Pereira Intérpretes Esther Latorre, Hugo Pereira, Paula Quintas, Sybila Gutiérrez, Fran Martínez Iluminación Pedro Fresneda Espacio Sonoro BABYKATZE Vestuario en colaboración con Adolfo Domínguez, Carme Teatre, 3 de noviembre
La creación gallega joven ha pasado por el ciclo Carme’n Dansa de la sala valenciana de la mano del colectivo Glovo, nacido en 2016 de la unión de la lucense Esther Latorre y el portugués Hugo Pereira. Han traído un quinteto de casi una hora con el que conocer sus intereses creativos y la forma que estos adoptan en escena. Tabú es la segunda de sus piezas largas y está llena de estímulos, así que vayamos por partes. En la información de sala leemos que una foto de un equipo de fútbol femenino de los años 20 del XX fue el detonante de la pieza, referencia que aparece al final. Lo que si se observa desde el principio es un esquema claro: el quinteto como grupo funciona con unas pautas comunes, pero de ese colectivo van emergiendo las individualidades que ayudan a tramar el discurso coreográfico. Un dibujo en el que resuenan otros creadores, pero que también alberga construcciones propias, las que otorgan personalidad al conjunto.
Hugo Pereira llena el espacio cuando se mueve, es un bailarín alto que llama la atención cuando despliega sus brazos y piernas, en su solo o en los pasos corales. Los cambios de escena, de personaje en movimiento, los marca la banda sonora, diferente para cada una. Si la pauta general es la textura electrónica, el viraje hacia lo folclórico con la interpretación de Fran Martínez despierta de cierto letargo ambiental. Un momento de ritual (círculo, peso de los cuerpos buscando la tierra) que concluye con una bonita imagen de soporte mutuo. También es resultón el momento en el que Esther Latorre encuentra en el grupo un espejo que le devuelve sus propios gestos, metáfora fácil pero certera de cómo nos comportamos socialmente.
Juegan con una estética de los años 90, potenciada por un vestuario que enturbia la visión del movimiento; incluso hay pasos que recuerdan coreografías pretéritas, memoria visual y corporal del equipo. Cuando buscan el suelo, la horizontalidad, el conjunto pierde fuerza; sin embargo, cuando lucen el rebote elevan el ritmo de la pieza. Paula Quintas y Sybila Gutiérrez defienden sus solos con buen trazo y energía mesurada.
Tabú es una obra llena de gestos, de detalles, de danza, en la que se echa en falta más expresividad en los rostros que acompañe la explosión bailada. Tal vez sea un contraste deseado ya que la obra nos habla del individuo frente al colectivo, ese lugar de sombras.