Foto de Ana Pérez y José Sánchez en Sonate
18 de agosto 2022
Hay chispazos que son el origen de conexiones únicas. Como el que tuvieron Ana Pérez y José Sánchez. Ella le escuchó tocar la guitarra y supo que quería bailar con él. O el de Sara Jiménez y Juan Kruz, que tenían una cita pendiente, más personal, desde que coincidieran en el Ballet Flamenco de Andalucía. Ahora, las creaciones de ambas artistas se presentan en el festival L’Herència de L’Hospitalet.
Ana Pérez ha crecido en el Centre Soleá, la escuela de flamenco que su madre, la bailaora María Pérez, tiene en Marsella. La suya es una vida marcada por el ritmo, el compás o el taconeo veloz de las aulas, pero también por los lenguajes contemporáneos que vio practicar a su padre, el coreógrafo Patrick Servius, y que también ella estudió.
Embebida del ambiente creativo de su casa, comenzó muy joven a bailar, primero en Marsella, después en tablaos de Andalucía. Pasó por compañías como la de Patricia Guerrero (último Premio Nacional de Danza en la categoría de Interpretación) y bailó junto a artistas como Cristina Hall, Andrés Marín o Pepe de Pura. También en sus propios trabajos, abiertos a la investigación, veta que inició en 2017 llevada por una necesidad de expresión propia. De la mirada a la palabra (2017), Homenaje (2018) y Repercussions (2019) son esas obras en las que ha podido ir mostrando sus intereses, las ganas de expresar con su baile lo que siente en cada momento.
La pieza, que llega el viernes 10 de septiembre a Can Arús, es muy especial. Cuenta Pérez que Sonate comenzó como una aproximación a la pieza Concerto 37 ½ que estrenará el próximo 23 de febrero en el festival ‘Flamenco Azul’ de Marsella (KLAP, Maison pour la Danse). Sin embargo, estos 30 minutos de baile y música han tomado una entidad propia, han dejado de ser una parte para convertirse en un todo, en una unidad en sí misma que puede verse como tal sin necesidad de completar la imagen con el resto de la obra.
“Mi anterior obra fue un solo, estaba conmigo misma, intentando llenar el espacio, generando el sonido, todo un reto y un aprendizaje en el que he encontrado una identidad fuerte”, me cuenta. “Por eso ahora necesitaba conectar más con la música y no estar sola en escena. La vida me ha hecho cruzarme con José Sánchez, con él he encontrado una forma de dialogar. Los dos estamos en el mismo lugar, él con la guitarra y yo con la danza. Tengo la sensación de que estamos inventando algo muy nuestro, muy auténtico”, añade.
El origen de todo ello se encuentra en la escucha que la joven bailaora hizo del toque de José Sánchez :“Le escuché y quise conocerle. Le invité a venir a Marsella (él es de Toulouse) y estuvimos 3 días encerrados trabajando. Entrábamos a las 10 de la mañana y nos íbamos a las 10 de la noche, las horas pasaban casi sin darnos cuenta. La conexión que hubo fue muy grande. En Sonate yo me convierto en música para establecer un diálogo con su guitarra”. Sánchez es un músico atípico y ecléctico que, además de guitarrista, es un virtuoso de la tiorba barroca (familia del laúd). Ha grabado discos de flamenco con música ‘manouche’, con electrónica y con otros creadores como Niño de Elche.
Un año y medio habrá pasado desde su primer encuentro, aquel en el que se les pasaban las horas probando, bailando… Ahora, a pocos meses del estreno de la pieza larga, Sonate se nos ofrece como una oportunidad estupenda para acercarnos a la alquimia de su fusión. Antes de ello, su artífice estará en la Bienal de Sevilla con la nueva pieza de Patricia Guerrero Deliranza, en la que baila.
Ana Pérez, que sí ha pisado los tablaos de Barcelona, nunca ha actuado con creaciones propias en la ciudad o en su área metropolitana, por eso esta es una ocasión excelente para acercarse a su personal trabajo, para ver que en lugares como Marsella el flamenco abierto late con la misma intensidad que en otros rincones del mundo.
Ana Pérez en una foto de Alain Scherer reciente
Una poética singular
Quienes la han visto han sucumbido a la magia del espacio sonoro, de la danza, de las imágenes poéticas, evocadoras, de una puesta en escena sencilla y austera que remite a un universo único. Adioses, de Sara Jiménez en Compañía es la primera obra que la bailarina y coreógrafa granadina crea bajo el nuevo sello propio. Si bien ya había coreografiado algunas piezas, como Tápate niña, Variación a Tiempo o [ETC], reconocidas con premios en los Certámenes de Tetuán o Madrid, esta es la primera de larga duración en la que ha podido rodearse de aquellos artistas con los que hace tiempo anhelaba encontrarse.
La artista, recién llegada de Canadá de impartir cursos en diferentes ciudades, cuenta el porqué de este nuevo proyecto: “aunque ya tengo varias creaciones, esta es la primera que hago con un equipo completo: director escénico, diseñadora de iluminación, vestuarista, fotógrafa… Me he rodeado de la gente que deseaba”, añade.
La oportunidad se la brindó el Festival Flamenco de Jerez, que le invitó a crear una pieza para su edición de 2022. La ocasión perfecta para que Sara, activa en otras compañías, como Estévez & Paños, Eduardo Guerrero, Daniel Doña o WangRamírez, hiciera un alto en su camino y comenzara a pergeñar Adioses.
“Con Juan Kruz coincidí en el Ballet Flamenco de Andalucía, donde yo bailaba y él se encargaba de la codirección escénica con Estévez y Paños. Quedé prendada de su trabajo, de su manera de concebir la escena, de exponer el arte e interpretarlo. Él es el 50% en la obra; junto a mis ideas está su forma, su universo”.
Juan Kruz Diaz de Garaio Esnaola es el músico, coreógrafo, director de escena de mirada artística global que a lo largo de su dilatada carrera ha trabajado con artistas de la talla de Sasha Waltz (quien le invitó como bailarín, director de ensayos, responsable de la dirección y composición musical y asistente artístico en 1996), Sidi Larbi Cherkaoiu o Damian Jalet. En su ADN se encuentra el trabajo colaborativo, el acompañamiento artístico. El más reciente es el que ha realizado para Carnación de Rocío Molina, estrenada el pasado 27 de julio en la Biennal de Venezia.
Ecos rituales
Foto de Michel Pedrero
Sara Jiménez quien reconoce encontrar en la muerte y en la tragedia parte de su inspiración, le ha dado una importancia capital al apartado musical de la obra. Cascabeles, pandero, bandurria, varas, van trenzando un mapa musical y sentimental que, junto a los cánticos medievales y folclóricos, y la danza inspirada de la coreógrafa remiten a costumbres y ritos seculares.
Es, precisamente, un mensaje que Juan Kruz envió al equipo del Ballet de Andalucía cuando dejó la formación, lo que ha servido de inspiración a Sara Jiménez para esta pieza que teje historias de despedidas, de ausencias, de exilios geográficos y emocionales, de últimas veces.
“La música es fundamental en la pieza. Todo lo que suena lo hacemos los tres intérpretes [ella junto a Martí Corbera y Niña de Espejo], no hay aportación externa alguna. Niña de Espejo canta y toca la bandurria, Martí Corbera y yo cantamos y tocamos el pandero, manipulamos otros objetos, extraemos el máximo de ellos·. Este recurso ya lo utilizó en [ETC] , pero ahora lo ha explorado con más profundidad.
Los romances y piezas folclóricas que jalonan la obra sirven para que cada escena utilice su letra como referente para la coreografía. Es el juego con los elementos escénicos el que ensancha los márgenes de una obra que puede ser vista desde diferentes ángulos, Desde el puramente escénico y danzado o el musical y estético. Entablando un juego con los recursos que tienen a su disposición, Juan Kruz y Sara Jiménez convierten en fuente de luz el cuero estirado del pandero, en instrumento los objetos, encontrando en la sencillez la belleza cercana, familiar, reconfortante de lo que sabemos pasado pero ella trae al ahora.
Sonate, 10/9 a las 19:30 Ca n’Arús – Web de Ana Pérez aquí
Web de José Sanchez aquí
Adioses, 17/9 a las 19 Ermita de Santa Eulàlia