1 de junio 2022
Foto de Jesús Vallinas
El nutrido grupo de psiquiatras que acudió el pasado sábado a visitar la exposición La Nave de los Locos, una odisea de la sinrazón, en La Nau de la Universitat de València se topó con la danza. Se proyectaba la versión completa de Narrenschiff, la creación de Goyo Montero para el Ballet de Nuremberg que aborda esa misma temática a través del movimiento y de una dramaturgia propia. Sorprendidos por el impacto de las imágenes, en la charla posterior entraron en animado diálogo sobre forma, contenido, expresión y danza como vehículo de comunicación.
La proyección en dos únicos pases de la obra completa de Montero, director artístico del Ballet de la Opera de Nuremberg desde 2008, es la oportunidad brindada por Cándido Polo y Ana Fernández, comisarios de la exposición, para ampliar la referencia que en la misma se hace a este ballet, estrenado el pasado 18 de diciembre en la ciudad alemana. Narrenschiff significa en alemán «La nave de los necios». Un video breve y cinco de los bocetos de figurines que el valenciano Salvador Mateu hizo para la pieza se exhiben de forma permanente hasta el 23 de octubre junto al resto de obras.
La reacción del grupo de psiquiatras sirve como ejemplo de lo mucho que la danza puede seguir aportando a la comunidad, bien sea en contextos culturales, sociales o académicos. Aunque este sea un caso especial propiciado por el azar. Salvador Mateu es un profesional que trabaja para el cine, la ópera, la moda y la escena desde hace tres décadas (en este artículo puedes ver los detalles). Sus últimas creaciones como vestuarista las ha firmado para Los Ballets de Monte-Carlo y para la compañía de Nuremberg. Durante el periodo de investigación para la creación de Montero, dio con la exposición que sobre la locura preparaba La Nau. Contactó con sus comisarios, quienes vieron que se les abría una oportunidad para ampliar con danza el amplio abanico de artes representadas en la muestra (literatura, pintura, cine, cerámica, cómic, ilustración…).
De esta forma tan casual, la danza encajó en un recorrido que se adentra en múltiples aspectos en torno a la locura, así como en la representación de esta a través de las artes. La exposición se sirve de la Stultifera Navis, de Sebastian Brant, una de las principales obras del Humanismo renacentista, como argumento literario del rechazo y la segregación social de la locura. Siguiendo esta metáfora de la embarcación errante y sin rumbo, se analiza la relación de Valencia con sus alienados a lo largo de seiscientos años, destacando su contribución pionera para un trato más humanitario en el Occidente cristiano. Tratados médicos, relatos inquisitoriales, grabados, pinturas, fotografías o ilustraciones firmados por Goya, Ribera, Sorolla, Renau o Genovés, así como otras muchas obras y referencias de gran valor artístico y testimonial se reparten por diferentes salas de La Nau y otros espacios, como el cercano Palau de Cerveró.
Portada del tratado de Sebastian Brant
Todos albergamos la locura
Esto es, al menos, lo que piensa Goyo Montero, quien ya había tratado la bipolaridad en Latent (2015). En el proceso de documentación para esta pieza se sirvió de libros, textos médicos o películas, pero también visitó centros de atención a pacientes donde pudo observar sus singularidades a la hora de expresarse; o comprobar como aquellas terapias basadas en el movimiento repercutían positivamente en quienes las practicaban.
“Todos tenemos la locura dentro, lo que sucede es que algunas personas no pueden aplicar un filtro y carecen del equilibrio necesario. Más allá de la gente que hereda determinadas enfermedades mentales, los que están aislados, por ejemplo, tienen más facilidad para caer en algún tipo de trastorno; es cuestión de ser más o menos afortunado en tu vida, tener cierto control y no ser absorbido”, comenta.
El período de preparación de Narrenschiff le llevó al mismo tratado de Sebastian Brant del que se sirve la muestra de La Nau como punto de partida. La obra de Montero es fruto del interés por acercarse con la danza a un tema social de calado como es el rechazo a los que son diferentes de nosotros. El miedo a los que tienen otras culturas, creencias, condiciones físicas o mentales es la preocupación que emana de esta obra de media hora para una veintena de bailarines. En su impactante escena inicial aparecen todos los bailarines como una banda de personajes singulares. Con el vestuario de referencias fellinianas, circenses, desbordante de fantasía e ingenio, se consigue una rápida empatía con esa galería de seres de extravagante comportamiento y peculiar atuendo. Conforme se van despojando de gorros, máscaras o artísticas prótesis, el elenco va mostrando el drama, la deriva en la que se encuentran como grupo. El baile vigoroso, descarnado y poético de los intérpretes habla sobre la angustia y la desesperación que los atenaza. Solos no pueden sobrevivir, pero como colectivo no se les permite. Parece que la desesperanza navega a la misma velocidad que se mueven los cuerpos, arropados por una iluminación de contrastes y una banda sonora que mezcla la composición actual de Owen Belton con dos piezas tardías de Richard Strauss.
Como señalaban tanto Goyo Montero como Salvador Mateu en el coloquio con los asistentes, “lo que se ve es fruto del trabajo de un equipo humano muy grande”. Con la reivindicación de la danza como un arte total, vehículo de transmisión de ideas y emociones, concluyó la tarde.
Exposición La nave de los locos