Publicación original en la revista Redescenica el 18 de mayo 2022

Las cosas del amor. Fecha de la representación, 17 de mayo; fecha de la crítica, 18 de mayo. Sala Off, Valencia. Festival 10 Sentidos

Amor y humor van de la mano en esta performance de una de las parejas artísticas más consolidadas de la escena performativa actual. Jorge Dutor y Guillem Mont de Palol llevan 15 años juntos en lo personal y en las cosas de la escena, de las artes vivas, en las que se mueven con la soltura de los creadores desacomplejados e inventivos. Lo expresan en su carta de presentación, en el cruce de lenguajes es el humor el vehículo de conexión con el público, al que intentan hacer cómplice y cautivar. En sus obras extienden la mano de una forma u otra a los espectadores, como en los diferentes Movimientos que han legado como patrimonio comunitario en ciudades dispares.

En Las cosas del amor, pieza de 2021, llegan a hacer creer a (algunos de) los asistentes que se oficia una boda en vivo. Sirven varias escenas previas para caldear el ambiente e ir mostrando el tono de lo pieza, cómico y, en ocasiones, intencionadamente caricaturesco. En la primera escena recrean de forma atropellada un reconocido momento de la creación reciente, el famoso beso de la pareja de Le Salon de Peeping Tom; afortunadamente el niño queda fuera en esta ocasión. Después susurran letras de amor o activan un karaoke con una canción hortera. El tema de la obra es el amor y hay en la sala una pareja de novios que, además, tiene ganas de celebrar, así que lo normal es que la acción acabe en boda. Para oficiarla se encuentra casualmente en la sala una concejala de la ciudad (Maite Ibañez, responsable de Acción Cultural) metida en el papel de oficiante (estupenda y fresquísima en su rol). Cuando la ceremonia concluye se reparte la tarta, se hacen los votos y no falta ni el arroz ni la traca. El subidón entre el público es considerable, en parte por la frescura de la propuesta, en parte porque salen, salimos, de las butacas para mezclarnos con los recién casados y festejar juntos la unión. De esa forma tan natural la pareja incorpora a los presentes, quienes celebran ese encuentro de realidad ficcionada o, a la inversa, de ficción basada en hechos reales. Tras las formas expansivas está el discurso, “para la gente hetero casarse puede ser algo normal, para nosotros es un derecho conquistado”, dice Dutor, frases de calado soltadas entre otras en las que se ríen de sí mismos, “somos artistas conceptuales”. Es cierto que a veces no se les oye bien porque no se acercan el micro lo suficiente, que la pieza tiene un (intencionado) aire “casero”, que cantan fatal y que en algunos momentos baja el ritmo, pero pese a ello, se mantiene porque sus virtudes no son ni la excelencia, ni la profundidad, ni el nivel de producción, sino lo que se quiere contar y cómo se cuenta. En la naturalidad radica su encanto, en llevarnos por su cauce de espontaneidad mientras recuerdan que en muchos lugares del mundo dos hombres no pueden casarse, ni siquiera ir cogidos de la mano o manifestar cariño en público. Por eso mismo permanecen ataviados con sus boas de plumas rosas durante gran parte de la pieza. Ese plumaje es muy simbólico porque representa la visibilidad de una forma de ser y estar en el mundo, es un guiño al aire cabaretero, provocador y divertido, en el que se mueven a nivel artístico, es el complemento ideal para llenar la sala de color y alegría amorosa.