Foto de Gino Senesi

20 abril 2022

El Atlántico y la insularidad marcan el trabajo de la compañía de Javier Arozena. El bailarín y coreógrafo tinerfeño inició en 2018 una nueva etapa moldeada por hallazgos y circunstancias que lo han ubicado en un lugar de atención y creación artesanal. El pausado ritmo isleño y la madurez vital le han permitido que el cuerpo se ponga en diálogo con otras artes en igualdad de condiciones. Este fin de semana presenta en el teatro Sat! de Barcelona dos de sus evolucionadas piezas.

Alto y espigado, increíblemente flexible y polimorfo, Javier Arozena ha sacado partido a su cuerpo durante los más de 20 años que ha ejercido de intérprete para formaciones como la desaparecida Metros, en Thomas Noone Dance, Cámaralucida y otras compañías internacionales. Hasta 2018 su carrera había transcurrido en la península en estos y otros proyectos artísticos, hasta que la oportunidad de incorporarse a LAVA, la compañía de danza del Auditorio de Tenerife le hizo regresar a Santa Cruz.

Un repentino cambio de guion le marcó, por sorpresa, su rumbo presente. “Estaba muy conforme como intérprete, una figura que siempre he reivindicado, pero no me renovaron un segundo año en LAVA y al poco tiempo llegó la pandemia y el confinamiento. Esa fue la oportunidad de dejar de trabajar para otras personas según dinámicas productivas en las que ya no estaba interesado”, me cuenta. Así que, junto a su pareja creativa, el arquitecto Gino Senesi, comenzaron a dar vueltas a ideas que hacía tiempo latían y buscaban materializarse.

Imagen de Deverdeplata, foto de j.a.c

Javier Arozena comenzó estudios de arquitectura, llegó a la danza de adulto (tras formarse en el Centro Andaluz de Danza y en el Institut del Teatre de Barcelona), de manera que ambos mundos, que en común tienen la creación a partir de la materia y el espacio, encontraron la manera de confluir en esta renovada etapa. Investigación, desarrollo y contacto en y con lugares no convencionales como centros de arte, museos, paisajes y otros entornos alejados de la tradicional caja escénica. “Nuestro proyecto inserta una práctica corporal en un espacio para extraer las potencialidades de ambos”, afirma. En el salón de casa, frente al mar, se dieron las aproximaciones a ese universo propio que ahora se abría paso. Si al regresar a Tenerife había creado Schwanengesang, una pieza breve con la que aproximarse al contexto local, ahora esta y otras ideas embrionarias empezaron, poco a poco, a trenzarse en su camino.

El TEA – Tenerife Espacio de las Artes les permitió seguir materializando esas ideas, la búsqueda, la probatura con una nueva creación Zeitgeist, de manera que la propuesta creativa fue teniendo acogida en distintos puntos del archipiélago como el certamen MasDanza, en La Laguna o en el festival de Garachico, donde se fundió con los increíbles elementos naturales de una plantación de plátanos. Explica el creador que en todo este proceso fluido, libre, lleno de estímulos procesados en elásticos períodos de tiempo, han ido creando un lenguaje propio, decodificando lo que su memoria corporal poseía para extraer vibraciones a las que sacar del letargo.

Instante de la creación para el festival de Garachico

Como el agua

En el Sat!, teatro del popular barrio barcelonés de Sant Andreu, la compañía ofrece los días 23 y 24 próximos un programa doble compuesto por dos piezas Der Held y Pausa Azul. De la primera nos cuenta que es el desarrollo investigativo, el devenir natural de Schwanengesang (Canto del cisne). Der Held (El Héroe) es la encarnación del personaje en el cual una comunidad deposita todos sus sueños, deseos, logros, frustraciones. Poniendo la mirada en el romanticismo alemán, desarrolla conceptos clave como el viaje, el camino, la contemplación, el fracaso o la soledad.

Mientras que en Schwanengesang la figura del bailarín era central, en Der Held se añadieron otros elementos, trabajaron con el espacio escénico, con el espacio sonoro y la luz. En paralelo a esta pieza fue naciendo Pausa azul, “surgió un desvío; en ella el cuerpo empieza a deconstruirse, se rompe el código coreográfico, hay un danzante que baila solo, surgen otros temas, ¿qué pasa con el músculo cuando lo dejamos de controlar, ¿qué sucede en ese estado de quietud?”, se pregunta Arozena. “Pedimos a los espectadores un compromiso, mirar lo pequeño, lo apenas perceptible porque hay mucho de contención de un cuerpo que se quiere fugar”, añade.

Presencia y esencia

El ritmo de estas producciones que nacen para no morir en breves periodos de exhibición es una de las claves definitorias del proyecto de la compañía. “Estamos estableciendo dinámicas productivas más lentas de las que dicta el mercado, no queremos entrar en ruedas feroces como las de las subvenciones, con las que los trabajos enseguida caducan. Respetamos la organicidad de los trabajos, queremos seguir desarrollándolos, que puedan crecer”, confirma.

Arozena, quien conoce bien el vértigo de las grandes ciudades en las que ha vivido y trabajado, reconoce en su retomada insularidad una influencia clave para este momento creativo. En un contexto más pequeño y amable decide colaborar para que el tejido local crezca y se enriquezca con el máximo de aportaciones, “Tenerife es mi casa, y eso me empodera para hacer cosas aquí”.

Hablo con él tras una de las jornadas de ensayo en Dance On Ensemble, grupo con sede en Berlín que trabaja con bailarines de más de 40 años. Con ellos colabora en una próxima producción que firmará el griego Christos Papadopoulos. De ahí que le pregunte por cómo se enfrenta, con 45 años, a la madurez como intérprete: “el cuerpo es mi herramienta, y aunque ahora la danza no sea el eje central sí que me acerco a esas otras prácticas desde él. Aquí seguimos, ocupadas en ello, viendo hacia dónde vamos. Es muy importante para ello el equipo, contar con Derek Pedrós en la fotografía, con Élida Dorta o con Horne Horneman, rodearse de un grupo de hacedores para no quedarnos estancadas y seguir detonando mundos posibles”, concluye.

www.javierarozenacia.com