Fotos de Belinda Alfonso / Video de David Montón
26 de marzo de 2022
El de Pere Bodí ha sido un viaje como el de las aves, que migran para cubrir algunas de sus necesidades pero acaban retornando a su lugar de origen. Desde Faura, una pequeña localidad valenciana, viajó y residió en Londres, Barcelona, Zaragoza y Viena para, casi diez años después, en 2014, regresar con la idea concreta de desarrollar junto al brasileño Alex Guerra un proyecto artístico en el que la comunidad, la naturaleza y el entorno fueran centrales. Hort Art se ha consolidado como un sustento esencial para la vida de los vecinos de la Vall de Segó.
Aunque el pueblo está al nivel de mar y rodeado de campos de naranjos, su única montaña, La Rodona permite a Bodí y Guerra múltiples posibilidades para las propuestas que ofrecen a vecinos y artistas durante todo el año. Señoras que peinan canas, hombres de rostros curtidos por el sol, niños, jóvenes o grupos de mediana edad rodean a los artistas bajo los pinos, un público atento que acude a cada cita con curiosidad y apertura de miras.
Enredado en los últimos detalles de Floràlia, -el ciclo que durante los próximos tres fines de semana ofrece talleres y charlas para celebrar la llegada de la primavera-, el coreógrafo, bailarín y actor valenciano explica cómo se ha ido desarrollando, creciendo, un proyecto pleno de sentido. «La idea de crear una incubadora artística aquí, ofrecer residencias e involucrar a los vecinos siempre ha estado clara. En 2014 realizamos la primera actividad y hemos seguido trabajando, explicando el proyecto, poco a poco En 2018 adecuamos y abrimos el antiguo matadero (L’Escorxador), cedido por el ayuntamiento, y conseguimos una sede estable» explica Bodí.
Este espacio para la creación acoge parte de los procesos de residencias artísticas que desde 2018 ofrecen por convocatoria abierta. Gracias a ella han pasado el coreano Yong Min Cho, los ingleses Gecko, el escocés Jonh Ross, creadores valencianos y de otros puntos del país como Ana Torres o Mónika Vázquez. Artistas que en un momento dado abren sus procesos a los 3500 vecinos de Faura. Min Cho ubicó su performance en el lavadero del pueblo, mientras que Célia Moydlarz utilizó la ladera de la montaña y Margarida Mateos bailó bajo los pinos. Otros artistas han convocado a los locales en la inmediaciones de la ermita o en las plazas.
«Unos y otros nos hemos ido acostumbrando a convivir. Los artistas que pasan por aquí se mezclan con la vida del pueblo, y nuestros vecinos nos preguntan y se corre la voz de lo que va a pasar», comenta.
Junto a las residencias, proyectos de poéticos nombres han ido llenando el calendario: Relacions geològiques d’amor, Hàbitat, Poesia d’herbari y Observatori d’animals nocturns. Este último proponía un paseo nocturno guiado para la observación de aves, ruta salpimentada con diferentes intervenciones artísticas.
El trabajo con los escolares del municipio es otra de las patas de su proyecto. Han introducido en el curriculum de los alumnos de sexto de primaria una serie de actividades con el cuerpo desde el enfoque expresivo y artístico, creando un caldo de cultivo idóneo para las miradas del futuro. Fuera del aula, algunas de sus propuestas, como el taller Niu (nido), inciden en el contacto de los más pequeños con el arte y los elementos que ofrece la naturaleza como tierra, maderas o piedras. El enfoque ecologista, poner en valor la naturaleza y alentar su cuidado y preservación envuelve cada acción.
«También proponemos talleres y actividades con adultos, no solo de Faura sino de toda la Vall de Segó -una subcomarca que incluye cinco municipios-, de Sagunto, Canet y de todo el Camp de Morvedre. Hemos trabajado con gente de la escuela de música, de la coral,… grupos que son amateur pero con los que hemos presentado obras de resultado profesional», añade Bodí.
Acción durante la ruta Observatori d’animals nocturns
Más picas en Faura
Para Hort Art en 2018 comenzó la aceleración gracias a la apertura de la sede física, todo se pausó en 2020 por la crisis sanitaria, pero volvieron a coger impulso en 2021, año en el que sus convocatorias han sido seguidas con entusiasmo ascendente. El 2022 ha comenzado lleno de proyectos como el actual Floràlia, una combinación de talleres de Feldenkrais (técnica en la que Alex Guerra es titulado), acercamiento a la danza butoh (a cargo de La Niña de Cristal), sesiones de danza para niños y para adultos y charlas, como la dedicada a las múltiples representaciones bailadas de La Consagración de la Primavera.
La recuperación de un lugar patrimonial como la Casa Gran para la danza es otra de las picas que Guerra y Bodí han puesto en Faura. La antigua casa solariega de una familia burguesa local recibe una vez al año a artistas en una jornada que invita a deambular por las dependencias a través de acciones performativas. La propuesta tiene un doble objetivo: por un lado ocupar un antiguo espacio cerrado con el que directa o indirectamente muchos vecinos mantuvieron una relación en el pasado; por otra parte, llenar un lugar vacío del pulso y el latido de las artes que se enlazan con el lugar y las personas que lo transitan.