Foto de portada Alice Blangero: Core Meu de Jean-Chistophe Maillot, Les Ballets de Monte-Carlo
23 de febrero 2022
Manos de artesano e ingenio de inventor. Así podría definirse el talento de Salvador Mateu. Paco Rabanne le confirmó que hay que seguir el instinto. Con la casa Dior trabajó en la exposición que en 2017 celebraba sus 70 años de vida. Su trayectoria es tan singular como variada. Ha dado forma a todo tipo de tocados y complementos para cine, ópera, moda y danza. Centrado ahora en el figurinismo, el próximo viernes 25 el Ballet de Stuttgart estrena un nuevo programa y Johan Inger ha contado de nuevo con él para el diseño de vestuario y escenografía de Aurora’s Nap. Tras más de 25 años trabajando fuera, ha regresado a Valencia. Hablo con él sobre estos ajetreados años.
Las historias que atesora Salvador Mateu (Aldaia, 1968) son muchas y sustanciosas. Para algo ha colaborado con grandes artistas como Carlos Saura, Milos Forman, Pedro Almodóvar, Eiko Ishioka, Jesús del Pozo o Yvonne Blake. Con todos ellos ha modelado elementos de vestuario, ha ejercido de sombrerero o “inventor” de soluciones para que actores, modelos o bailarinas se sintieran más cerca de sus personajes. Pese a su rica experiencia, cuenta que durante un tiempo se sintió un impostor, alguien que usurpaba el trabajo que debían realizar otros.
Este sentimiento, ya desechado, se explica si atendemos a su carrera. Con formación en cerámica y fotografía (hizo estudios de Artes y Oficios en Valencia), la inició después de que una serie de casualidades desembocaran en cinco días de encierro creativo, horas en las que tuvo que idear máscaras y complementos para un Turandot que puso en pie el Institut Valencià de la Música en un lejano 1995. “La protagonista debía llevar un tocado y me gasté más de la mitad del presupuesto en materiales. El día del ensayo general, cuando ella emergió del sagrario, el volumen de aquella fantasía oriental y los destellos que emitía dejaron al equipo asombrado”, me cuenta.
Pasada con nota la prueba de fuego, el diseñador de vestuario, escenógrafo y dibujante Pedro Moreno, quien le puso en el brete en Turandot, fue su valedor. De su mano accedió al mundo del vestuario en Sastrería Cornejo, casa madrileña que vestía las grandes producciones cinematográficas y operísticas del momento. Su papel durante la década que permaneció vinculado con Cornejo combinaba creatividad e ingenio manual. Dio soluciones a problemas concretos con complementos tan delicados como tocados, sombreros y diferentes tipos de ornamentaciones. Plumas, paja, bisutería, telas y cualquier material está al servicio de su imaginación, “soy como un inventor”, me confirma.
Máscaras para la compañía de danza francesa DADR cie
Fue en esta época cuando tuvo ocasión de colaborar con Jesús del Pozo, quien contó con él para su primer encargo en ópera, una Carmen que se estrenaría en el Teatro Real. Para Mateu, en la colaboración artística su papel es el de uno más, alguien al servicio de un proyecto. “Hay dos formas de trabajar: la vieja escuela es jerárquica y tú estás al servicio de la dirección; la que a mi me interesa es aquella en la que hay una visión de conjunto y la organización es horizontal”, me confirma. “Con muchos creadores, como Yvonne Blake o Jesús del Pozo, nunca he tenido la sensación de trabajar para ellos sino con ellos. Gente que te habla, pero también te escucha, que da mucho margen de libertad», me cuenta, antes de añadir, “todos tenemos que dar el mil por cien para que la obra sea la bomba. Con los grandes te entiendes, son inteligentes y tienen su ego encajado, ponen su energía en la producción y facilitan el trabajo en equipo. De todos he aprendido, he tenido mucha suerte”, confiesa.
París en abierto
Tras una breve estancia en Londres que confirmó la falta de conexión con la forma de vida de aquella ciudad, se instaló en París. Allí, siguiendo el consejo de Paco Rabanne, se matriculó en la Ècole de la Chambre Sindicale de la Couture, donde afinó sus dotes de modelista y estilista. Durante todo este vaivén creativo, entre cine, óperas y moda, se le ofrecieron varias posibilidades que aceptó llevado por esa curiosidad innata a los creadores, la de asumir nuevos desafíos. Diseños para Karl Lagarfeld, Chanel y otras casas de alta costura parisina salpican estos años. “He trabajado con muchos artistas y en la mayoría de ocasiones me he ganado su confianza a base de aportar ideas en las que yo creía firmemente y he defendido”, me cuenta.
Imagen de Petrushka de Johan Inger, foto de Alice Blangero
Uno de los coreógrafos estrella del panorama a quien ha tenido acceso es Jean-Christophe Maillot, director de Les Ballets de Monte-Carlo. Su primer contacto con la compañía fue como vestuarista de un Petrushka (2018) de Johan Inger, obra que formaba parte de un programa mixto de homenaje a Stravinski. En una de las escenas su propuesta era que el elenco llevara unas finas máscaras de lino. La defensa del complemento sacó adelante una idea atrevida estilísticamente. En el siguiente encargo para una coreografía propia, Core Meu, Maillot le dio a Mateu carta blanca para el diseño de todo el vestuario.
“Cuando te dan libertad total la presión es mayor, pero a la vez tu creatividad se impulsa y puedes llegar más lejos”, afirma. Fue tras esa producción cuando, bajo el sol del Principado, decidió que debía dejar París y volver a Valencia, donde lleva instalado desde 2019. Desde allí viaja y atiende sus compromisos, aunque le gustaría tener proyectos locales y nacionales, colaborar con el talento próximo.
Personajes en danza
Salvador Mateu tiene numerosas anécdotas que trufan un relato profesional excitante y altamente creativo. La colaboración con el prestigioso coreógrafo sueco Johan Inger comenzó con el mencionado Pretushka y se prolonga hasta la pieza que ahora estrena, en la que firma vestuario y escenografía (esta última junto al mismo Inger).
El Ballet de Núremberg que dirige Goyo Montero ha sido otra de sus paradas profesionales. En 2020 inició el diseño de vestuario para Aurea, ballet que debía estrenarse en el Gran Teatre Stanislavsky de Moscú, pero que se vio paralizado por la pandemia. En 2021 firmó el vestuario de dos trabajos muy distintos: María y Narrenschiff (La nave de los locos). Mientras que en la primera, inspirada en la figura cristiana de Maria Magdalena, las prendas eran de gran sencillez, en la segunda Mateu pudo desplegar la parte más extrovertida de su talento. Las referencias al cine de Fellini, al cabaret o al circo se suceden en una historia en la que un barco lleno de personajes intenta salvarse de la deriva de un mundo loco. Estrenada el pasado 18 de diciembre en la ciudad alemana, presenta una rica amalgama de vestidos, tocados, adornos y complementos de increíble diseño.
El creador define parte de su trabajo como una especie de “bricolaje de la moda” y añade, “para ello tienes que ser flexible y permeable. Con el tiempo aprendes y encuentras soluciones que puedes adaptar a según qué tipo de encargos. Mis primeros años fueron muy interesantes, pero no dormía y no sabia si iba a estar a la altura, si podría solucionar los desafíos técnicos que surgían”. Después de más de dos décadas en la sombra, trabajando junto a vestuaristas y diseñadores, Mateu reafirma su voluntad de dedicarse al figurinismo. “Cuando más disfruto es en las pruebas de vestuario, el paso del dibujo a la forma tridimensional. Allí hay alguien que le da vida, es bonito ver como cambia la actitud del bailarín cuando se ve con el vestuario, le ayuda a construir el personaje. Ese es nuestro trabajo también, crear personajes”, concluye.
Boceto de figurín para Core Meu
www.salvadormateuandujar.wordpress.com