Foto de portada, Adentro! de Diana Szeinblum 

2 de noviembre de 2021

Las historias se crean, se viven y se cuentan. También se bailan o interpretan. Vuelve Hacer Historia(s) el ciclo bienal del colectivo La Poderosa comprometido con la memoria y la transmisión, el encuentro y la performance. En su cuarta edición se abre a la magia o la espiritualidad aplicadas a los lenguajes del cuerpo. La Caldera, el Antic Teatre, el Mercat de les Flors o el Macba acogen hasta el próximo día 14 un buen puñado de creaciones que toman formas inusuales, como un concierto de ocho horas para durmientes o un laboratorio de experimentación e ingesta de plantas. Repasamos algunas de ellas.

Para esta edición Bea Fernández y Mónica Muntaner, comisarias del ciclo y fundadoras de La Poderosa, han buscado el cuerpo «como médium de deseos, memorias y rituales imprevisibles, que nos conectan con el presente. Las artistas se relacionan con prácticas somáticas, energéticas, tradicionales y espirituales que nos permiten adentrarnos en procesos internos que modifican nuestra concepción social, cultural y temporal del mundo y que conectan con la capacidad de la creación contemporánea para encontrar otras poéticas y performatividades», declaraban en la presentación. La estupenda imagen del cartel, de Jordi Surribas, remite a todo ello.

En la esencia misma de La Poderosa, espacio de creación, investigación y agitación cultural, se encuentra esa voluntad de ir más allá de los límites, de explorar, arriesgar y dar carta blanca a propuestas inclasificables que expanden los márgenes del movimiento. Desde el 2000 muchas cosas han pasado gracias a su papel catalizador de ideas y acciones. Sin límites, con la contaminación, la ambivalencia o la fuga como guías, su labor se ha visto recompensada por la creación de un entorno fiel,  que sigue a los artistas que convocan, que comulga con esa voluntad de probar, dejar espacio, acompañar y si es el caso, errar. Su incansable tarea a favor de las artes en vivo les valió en 2016 el Premio Ciutat de Barcelona por su acompañamiento al trabajo del tejido artístico de la ciudad.

Hablo con Bea Fernández el día de apertura del ciclo en La Caldera. ¿Por qué la magia y la espiritualidad entran este año como uno de los ejes temáticos? «Hemos detectado que desde hace un tiempo hay trabajos que ofrecen nuevos enfoques. En los 2000 hubo una corriente muy conceptual que ponía en el centro la razón o el análisis, pero de un tiempo a esta parte las nuevas generaciones, la nuestra misma, se ha puesto a trabajar con los auto cuidados, la magia, la meditación. Hay mucha gente que abandona la danza y el teatro para ocupar esos espacios también cercanos al cuerpo y la escena. Se empiezan a usar cosas que teníamos ocultas en el armario como la astrología, el tarot, la espiritualidad, temas que estaban muy mal vistos porque eran hippys», me cuenta tras la presentación del programa doble Cantes de la Lamia, de Blanca Teran, una acción sonora que habla de la figura de Lilith a través de sus posiciones astrales, y Allá, pieza en la que Esther Rodríguez Barbero da espacio a otras realidades tras presentar una muerte súbita como motor de un nuevo posicionamiento hacia el mundo.

Para completar detalles sobre esta edición, Bea Fernández me explica que si bien el archivo y la memoria siguen siendo uno de los pilares del festival (mirar al pasado para entender el presente), «esta edición es una puerta a la desconocido. Los acercamientos a lo invisible, a lo que no se puede definir de forma científica, también nos ayudan en estos momentos de crisis por la pandemia. La incertidumbre sobre el  futuro nos ayuda a reconectar con prácticas y creencias», concluye.

De la selva al matorral

Después de una década de aproximaciones a las plantas amazónicas, la antropóloga y creadora Adriana Reyes ha iniciado un período de muestra y transmisión de los conocimientos adquiridos. Su presencia en Hacer Historia(s) atraviesa el ciclo de principio fin y se materializa en tres acciones: un taller de ingesta de plantas, un concierto para durmientes y la presentación de su performance Coreografías Selváticas. En el taller le acompaña la investigadora y comisaria de arte Manuela Padrón, el director de escena y compositor Óscar García Villegas (Dr. Kurogo) en el concierto y el creador Jaime Conde-Salazar, encargado de la acción final con los participantes en Un altar. Me cuenta Reyes que ha realizado numerosas ingestas de esencias de plantas, desde ayahuasca hasta otras de origen amazónico menos conocidas aquí. Las «dietas» que ha practicado en Perú y Portugal consisten en aislarse durante diez días mientras se deja de lado cualquier actividad para ingerir tinturas de diferentes plantas, «de esta manera entras en comunicación con ellas, su energía y espíritu se quedan instalados en ti, las tienes ya de por vida como una herramienta más».

La caja entregada para el taller de ingesta de plantas

Para acercar a Barcelona todo esa tradición su taller experimenta con plantas de proximidad. El primer día de taller entregaron una pack a cada una de  las 16 participantes para que se lo fueran administrando. Un frasquito con tintura de lavanda, una libreta para apuntar sueños, estímulos (sonoros) para antes de ir a dormir, baños de plantas o agua florida. «Hay una parte de la práctica que es colectiva y otra que debes hacer en casa. Se trata de ver cómo esas plantas se manifiestan en tí», me cuenta Padrón, «nos inspiramos en rituales de conexión como las dietas, pero también en las incubatios griegas, que tienen que ver con el sueño y lo que experimentas durante esas horas». En esta parte entra el concierto para durmientes que tendrá lugar durante la noche del día 6 en La Caldera.

«En la pieza escénica lo que presento es como un libro de botánica en movimiento, traigo al lugar plantas que están instaladas en mí a través de la fisicalidad, del canto y el texto». Le pregunto si son plantas concretas «sí, la mayoría son del Amazonas, tienen nombres exóticos como la auspaguasa, la buta,…». ¿Alguna planta favorita? «Me gusta mucho la bobinsana, es siempre la secundaria, pero es muy flexible, le llaman la planta de la diplomacia, es muy discreta. Y una que me gusta porque me cuesta mucho tenerla es la ajo sacha, una planta de fuego que tiene que ver con lo sexual y con el amor, muy afilada, de mucha asertividad», afirma.

Comunitario e incluyente

En El Movimiento, Jorge Dutor y Guillem Mont de Palol ponen en manos de colectivos ciudadanos un proyecto de creación para que se convierta en legado, es decir, que pase a ser un baile propio del festival, una especie de nuevo folclore. Ya en 2016 entregaron a las autoridades sevillanas un par de movimientos de su pieza Y por qué John Cage? para que los custodiaran como patrimonio inmaterial de la ciudad. Su actual propuesta les permite implantarlo en diferentes lugares sin perder la esencia. En la pasada Fira de la Mediterrània de Manresa trabajaron con un grupo de estudiantes de secundaria y estos días en Barcelona lo hacen con vecinas y vecinos de los barrios de La Ribera, Sant Pere y Sant Martí, el entorno del Antic Teatre donde se lleva a cabo la acción los días 4 y 5.

En tándem creativo desde 2009, el madrileño y el catalán caminan entre disciplinas como la danza, la arquitectura, el teatro o la ópera, utilizan el humor, el absurdo o la repetición para acercar sus propuestas a todo tipo de personas, no solo al público habitual. De ahí que en El Movimiento incidan en el trabajo en comunidad. «No ejercemos de creadores, sino que facilitamos que sean los participantes los que lo hagan. Tenemos una metodología asequible basada en la recolección de los movimientos que cada persona trae o enseña. Estos se van acumulando, por lo que se trata de organizarlos. Se trata de poner todo el proceso en sus manos, todas las decisiones son del grupo. De hecho, desaparecemos como creadores», explica Dutor. Ellos buscan el diálogo a través del cuerpo, llevan 14 creaciones a sus espaldas con las que han tratado la risa, la intervención total en un festival como el Salmôn (introduciendo audios en los lavabos, manipulando los programas de mano o saliendo a saludar en funciones que no eran suyas), o el cómo acercarse a lo inverosímil través de los sonidos. Fundamental les resulta que todo el proceso sea incluyente, que más allá de esas personas activas y comprometidas siempre dispuestas a participar en actividades de este tipo, la propuesta pueda llegar más allá, a toda clase de ciudadanos. Sin tener claro en el momento que hablamos hasta donde podrán llegar estos días previos de trabajo, lo que sí saben es que las jornadas en el Antic Teatre servirán para encender un proceso de diálogo y encuentro que permanecerá abierto mientras sea necesario (y posible).

Imagen promocional de El Movimiento

La transmisión importa

La mirada al pasado, las tareas de archivo y la puesta en valor del legado están en la esencia misma del ciclo. Una recuperación de la memoria de las mujeres trabajadoras de la antigua fábrica de hiladuras Fabra i Coats se presenta el día 6 en el mismo recinto industrial donde pasaron tantas horas de sus vidas, convertido ahora en centro de creación municipal. Ocho de aquellas operarias han participado en Allò que els nostres cossos recorden de la fàbrica de fils, un proyecto de largo recorrido que da voz a las historias personales, alejadas de la versión oficial. Para ello se han buscado documentos físicos o recuerdos como el olor de los tintes, los movimientos repetitivos o el ruido de las máquinas.

Como acción e instalación toma forma el dia 4 la publicación DV, una recopilación de dos conferencias performativas que Quim Bigas realizó en 2018 y 2019 en torno a los archivos del Mercat de les Flors y de La Porta, ambos ya cerrados. Un recorrido que supone la materialización de un libro y la textualización de unas performances.

Desde enero de este año la coreógrafa e investigadora Júlia Rubies, Barcelona 1996, ha estado preparando Cascades, un proyecto audiovisual para documentar cómo artistas de la escena alternativa han trabajado, resistido y formado una comunidad en Barcelona en los últimos 20 años. Al Mercat de les Flors llega una muestra (concentrada) de ese interés por la transmisión, sea esta intergeneracional o no. En un primer período convocó a artistas mayores que ella. Con Silvia San Funk, Sofia Asencio, Quim Pujol y Carme Torrent pasó jornadas de conversación y trabajo. Durante las distintas residencias pudo investigar sobre qué prácticas artísticas compartían siendo de generaciones diferentes. Me comenta desde Bruselas, ciudad donde desarrolla parte de su carrera, que «el punto de partida era que la edad no es garantía de nada, quería borrar la idea de que uno supiera más que el otro. Esas personas de más edad conocen más contextos, pero nada más», afirma. Con Bea Fernández y Paz Rojo llegó a hacer una presentación en la que cada una ponía en común una práctica importante en su trayectoria. En la exhibición del día 5 ha querido revertir la experiencia convidando a Enma Vilavecchia, Noela Covelo, Iver Z y Víctor Ruiz, todos coetáneos aunque afinados en danza, en voz o artes visuales. «Planteamos un recorrido, una experiencia para que la gente entre con su cuerpo, sin que haga falta ser bailarín. Hay una parte que expone cómo ha ido el proyecto, esas cuatro personas comparten algo importante en su práctica».

El folclore argentino revisitado 

El folclore es tradición que se transmite en igual forma y sentido que se ha creado. La coreógrafa, actriz y bailarina Diana Szeinblum se pregunta como desarticular un saber popular en Adentro!, pieza de 2017 en la que tres bailarines deconstruyen danzas argentinas. Desde el gesto mínimo, la pieza va subiendo el ritmo hasta la máxima expresividad de los intérpretes. De esta forma crean a partir de la exageración, la distorsión y la relectura nuevas formas, escritas sobre bases tradicionales. Un archivo corporal que desde el folclore genera movimientos contemporáneos. Se puede ver el día 6 en el Mercat de les Flors. Más de una veintena de propuestas se pueden ver hasta el día 14. Programa disponible en La Poderosa