Portada: Rafael Bonachela, foto de Pedro Reig
25 de octubre 2021
Fue el clip de Thriller de Michael Jackson el que marcó el rumbo de su futuro. Rafael Bonachela quedó fascinado de niño por esos 10 minutos de video. Desde ese momento supo que quería dedicarse a bailar. El director de la Sydney Dance Company cuenta, entusiasmado, ese descubrimiento temprano. También explica que sin una beca o sin el apoyo de la alcaldesa de su pueblo, La Garriga, no habría podido salir a formarse a Londres, donde comenzó su brillante carrera como bailarín primero y coreógrafo después. Su interlocutora es María Pagés, la creadora, bailaora y también directora del Centro Coreográfico homónimo situado en Fuenlabrada. El ciclo Danza y Diáspora ofrece hasta diciembre charlas on line con algunos de los artistas españoles más prestigiosos de los que hay repartidos por el mundo.
Junto a Bonachela, Nazareth Panadero y Goyo Montero ya han pasado por estos encuentros virtuales en los que se comparten vivencias, ideas, sentimientos. La recién galardonada con el Premio Nacional de Danza en creación, Sol León, la bailarina Ana Laguna y el bailarín y coreógrafo Ángel Corella serán los invitados de las próximas citas. Una risueña Nazareth Panadero, al habla desde el Instituto Cervantes de Frankfurt, detalla su acercamiento a la danza dentro de una familia numerosa en la que la imaginación y el arte estaban muy presentes. Después de cuatro décadas en el Tanztheater de Wuppertal de Pina Bausch, la madrileña, Premio Nacional de Danza en 2014 y Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes en 2019, reconoce que sin el empuje de su padre tal vez no se hubiera dedicado a ello. Fue él quien le animó primero a tomar clases y después a probar suerte como profesional. Pero sin duda lo que marcó su futuro fue ver Barba Azul de Pina Bausch en París. «Al poco tiempo hubo audiciones y me presenté, intrigada por cómo sería trabajar con ella». Fue elegida y desde entonces su nombre está asociado al de la mítica creadora alemana, en cuya compañía todavía permanece cuarenta años después.
Nazareth Panadero en Kontakthof
La naturalidad con la que hablan, como si estuvieran juntas compartiendo un café y no separadas por miles de kilómetros, es un formato en el que esa humana proximidad envuelve y deja enganchado a la pantalla. Aunque Pagés es 13 años más joven, comparten recuerdos de profesoras, centros y ambientes del Madrid de finales de los 70 donde la sevillana se acababa de trasladar para ampliar sus horizontes. «Recuerdo como temblaba el edificio de la escuela Amor de Dios durante las clases», dice una, mientras la otro afirma y sonríe.
Cuenta El Arbi El Harti, escritor, dramaturgo, director del Centro Coreográfico María Pagés (CCMP) y presidente de la Fundación que lo rige, que este es el espíritu que han buscado para estos encuentros. «El Centro abrió en 2019, durante el primer año le dimos importancia a los profesionales de aquí, cercanos. Muchos han pasado por alguna de las actividades que hemos hecho y vamos a seguir esta línea. Pero uno de los rasgos del CCMP es la universalidad, nuestro objetivo es darle visibilidad y sentido a la periferia, por eso optamos por mirar también hacia afuera, algunos de los profesionales que están marcando el destino de la danza mundial se fueron del país porque no tenían cómo trabajar». Junto a su marcado énfasis por ampliar y reforzar la comunidad artística en torno a la danza, el tándem Pagés-El Harti, trabaja por dar voz a los profesionales de una disciplina tan rica como poco conocida en nuestro país.
El azar y el talento
La anfitriona virtual comienza las charlas «por el principio», preguntando a sus invitados por cómo llegaron a la danza. Es ahí donde descubrimos lo azaroso que puede llegar a ser el destino y lo que ha cambiado el mundo de la danza en las últimas décadas. Recuerda Bonachela que una vez decidido a dedicarse a la danza, sus padres, almerienses de orígen, le animaban a tomar clases de flamenco pero que él ya tenía claro que quería bailar jazz. Acudía a Barcelona en tren a tomar clases en una academia. «Mi primer contrato fue a los 16 años con Lanónima Imperial, nunca había visto danza contemporánea. Mi profesora me animó a presentarme a la audición y me cogieron, así que empecé a viajar y a bailar sin haber ido nunca a un espectáculo de danza». Decidido a conseguir una formación más rigurosa, la concesión de una beca para el London Studio Center lo situó en el Londres de finales de los 80. «La alcaldesa hizo campaña para conseguir el dinero de los billetes de avión, si no hubiera sido por eso, tal vez no hubiera podido ir». En la prestigiosa compañía Rambert pasó 12 años como bailarín primero y coreógrafo invitado más tarde. Se atrevió después a dar el salto y formar su propia compañía gracias a los ingresos que le proporcionaban los trabajos para artistas como Kylie Minogue, Tina Turner, Primal Scream y otros encargos comerciales. La Bonachela Dance Company funcionó entre 2005 y 2008, año en que le llamaron para hacerse cargo de la dirección artística de la Sydney Dance Company, entidad en la que trabajan 150 personas para un proyecto de amplia irrigación cultural y social en el entorno.
Si Michael Jackson fue la señal para Bonachela, para Pagés su momento de impacto fue al ver bailar a Carolyn Carlson. «Yo venía del ambiente flamenco de Sevilla, con 16 años estaba en Madrid y me estaba acercando a la danza contemporánea. Vi a Carlson bailar y quedé en shock». Reconoce la sevillana que para su crecimiento artístico fue fundamental trabajar con Antonio Gades. «Yo conocía la rama más tradicional, pero él tenía la idea del desarrollo coreográfico del flamenco, un concepto nuevo que situaba la danza como arte escénico», se sincera. Como bailaora y creadora, Pagés cuenta con un reconocimiento amplio. Premio Nacional de Danza a la creación en 2002, Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en 2014, la internacional artista considera no obstante que la danza siempre va por detrás de otras artes en apoyo institucional y económico. «Necesitamos más reconocimiento por parte de los políticos porque son ellos los responsables de poner los medios, de sensibilizar para que la sociedad entienda la danza como algo propio. No hay mucho presupuesto y falta un proyecto claro para su desarrollo», afirma.
Para El Harbi es fundamental que en España se conozca el talento que hay fuera del país para darle valor a los trasvases. «Son personas que se fueron con una historia y cultura que está presente en lo que están construyendo. Existe una transversalidad creativa de España que tiene su desarrollo en el mundo gracias a artistas como ellos, aunque llevan años fuera y hayan logrado otra dimensión. Estas conversaciones nacen de querer dar dignidad a la danza, algo que pasa por dar a conocer y dignificar a sus profesionales; estos diálogos nacen del amor», añade. Reconoce también que lo que ahora se ve cómodamente a través del canal de Youtube del CCMP es fruto de semanas de conversaciones con los artistas, de explicar qué, cómo y por qué son necesarios estos encuentros. «Algunos se extrañaban de que quisiéramos hablar con ellos, estaban nerviosos, tenían muchas preguntas y dudas. Poco a poco las hemos ido resolviendo y finalmente se han abierto por completo», añade.
Un niño solitario
Para Goyo Montero (Madrid, 1975), el camino estuvo más claro dado que sus padres eran bailarines y artistas reconocidos. Comenzó a aprender con nueve años y siempre ha vivido en el mundo de la danza. Tras una completa formación y una carrera con escala en prestigiosas compañías (Deutsche Oper de Berlín, Royal Ballet de Flandes, entre otras), plagada de premios y reconocimientos (también el Nacional de Danza español en 2011), dirige desde 2008 el ballet de la Staatstheatrer de Nuremberg, en Alemania. Montero habla desde la sede en Munich del Instituto Cervantes -colaborador junto a Acción Cultural Española en estas jornadas-. Se recuerda como un niño solitario («era un niño viejo»), dedicado a la danza, la música o la lectura. Es una imagen que sirve para visualizar el camino de sacrificio que conlleva la profesión. «La gente no sabe lo que cuesta hacer una obra de danza. Crear una coreografía es hacerlo desde el espacio vacío; no es como lo ópera, donde existe una historia y unos personajes» afirma, mientras Pagés asiente y añade «no pueden hacerse una idea de todo lo que hay que hacer antes de que se levante el telón». «La vida del bailarín y del creador es muy intensa, la danza es muy importante y debería estar más presente en la vida de las personas» añade una Pagés militante, convencida de la necesidad de que sea más próxima y (re)conocida. Sobre su falta de cohesión y de incidencia en la sociedad, Montero hace autocrítica, «somos una profesión muy centrada en el ego, no sabemos trabajar en equipo como las orquestas o las compañías de teatro, por eso no avanzamos como colectivo», señala.
Goyo Montero en una imagen de Ludwig Olah
Comparar la situación en España con la de Alemania resulta imposible. En aquel país existen 52 compañías de danza públicas. «En Alemania se ama la danza y la cultura, que es para todos, sin importar edad, origen o clase social. Se trabaja para crear nuevos públicos. La cultura es independiente, existen planes a largo plazo que no dependen de los políticos. La cultura no se hace para entretener sino para que la gente piense», añade. María Pagés, que conoce de sobra las virtudes y carencias de nuestro entorno pregunta a Montero sobre qué haría falta para avanzar y lograr ser un país cuidadoso con su talento. «En los 80 y 90 se crearon las infraestructuras, conservatorios, teatros, auditorios,… hay dinero pero no existen proyectos o una idea de continuidad».
Además de hablar sobre el contexto y la política cultural, el madrileño explica cómo son sus procesos creativos, sus fuentes de inspiración o los artistas que admira. Preocupado por no repetirse ni seguir fórmulas, le gustan los retos, los cambios y las historias que hablan de conflictos humanos. Ahora, en pleno proceso de búsqueda para su nueva obra, comenta que está leyendo La nave de los necios, una obra del medievo alemán cuya metáfora le servirá para tratar el tema de la inmigración. «Después de la investigación y trabajo previos, tengo seis semanas para la creación, por eso todo tiene que estar bien pensado. Que cada movimiento tenga un por qué, que sea algo verdadero huyendo de lo que es solo estético», concluye.
Próximos encuentros
12 noviembre Ana Laguna
18 noviembre Sol León
9 diciembre Ángel Corella
Centro Coreografico Maria Pagés Compañía María Pagés
María Pagés y Nazareth Panadero durante la charla del pasado 24 de septiembre