Fotos de Andrea Campillo

22 de julio 2021

Los saltos y rebotes acompañan el nacimiento de un nuevo ser que poblará la escena a partir de otoño. Toca las castañuelas y calza botines flamencos pero surge de una mutación exploratoria que le añade flow. Pol Jiménez se mete en la piel del fauno para darle la vuelta y expresar a través de su danza cómo baila y suena desde aquí y ahora la dionisíaca deidad que popularizó Nijinsky. 

Hay curiosidad y atrevimiento en esta propuesta, aun en proceso de creación, que se estrenará en octubre en la Fira de la Mediterrània de Manresa. Hace ya un tiempo que Pol Jiménez (Barcelona 1995) rompió las costuras de la danza española en la que se formó para transitar, con y desde esta disciplina, por nuevas rutas que escoge por intuición, pero con motivaciones claras. Con La Oscilante, pieza de 2018 dirigida por Juan Carlos Lérida en la que trataba la ausencia de género en el baile, se le abrió el circuito nacional y consiguió varios reconocimientos a sus cualidades de bailarín (Premis Butaca de 2019 y Premis de la Critica de 2018). El nuevo solo que ahora prepara le vuelve a situar en la avanzadilla de los jóvenes creadores en constante búsqueda. 

Además de dar clases, dinamizar la escena local con proyectos nuevos de otros artistas y trabajar con diferentes coreógrafos, el experimentado intérprete colabora asiduamente con Los Aurora, banda de flamenco-jazz que está pegando fuerte en la escena musical. Cuando le surgió la idea de este, llamemos, fauno flamenco, Jiménez buscaba la manera de seguir creciendo como artista a partir de la danza española que tan bien conoce y ama. Pensó que atreverse con una obra de repertorio le situaría en un punto de partida tan difícil como excitante. Llegar al fauno fue solo cuestión de tiempo. La investigación posterior le abrió las puertas a lo desconocido: cómo crear desde una figura tan reconocible, que permanece asociada a uno de los mejores bailarines de la historia y la recreación que este hizo del mito en Preludio a la siesta de un fauno (1912). 

Centro Cívico Barceloneta, tres meses antes del estreno

En la sala de ensayo de este centro amigo de la danza, Pol Jiménez calienta el cuerpo antes de hacer un pase completo de lo que hasta ahora es Faune, work in progress (título provisional). Junto a él está Bruno Ramri, bailarín, investigador y pedagogo a quien Jiménez pidió que le acompañara en el proceso creativo como director y coreógrafo. El espacio es amplio, tiene suelo de madera, espejos y todo lo necesario para trabajar cómodamente. Un gran plástico ligero ocupa parte del escenario. En el arranque de la obra evocará, sin imitarlo, el tul que persigue el archiconocido fauno, con el que ya sabemos qué sucede al evocar a la ninfa.

Pol Jiménez saca el fauno a su hábitat natural, los espacios abiertos

La obra se sustenta en las cuatro escuelas de la danza española: flamenca, estilizada, bolera y folclórica, aunque incorpora otras texturas y movimientos. Por eso hay botines flamencos, pero también bambas; hay pasos de jota pero se salta desde con ritmo; hay castañuelas que resuenan desde el rebote corporal. Aunque suena música de flauta no reproduce las conocidas notas de Debussy. Nuevos tonos y compases acompañan esta relectura. Los saltos, por ejemplo, incorporan matices, las espirales se retuercen más extremas, el temblor apenas perceptible se convierte en síncope, la verticalidad y rigidez flamenca es ahora baile ligero, espumoso. La música folclórica suma beats y una techno jota se expande en el aire. Aun desde el suelo, el bailaor sigue tocando las castañuelas, su intensidad y movimiento va oscilando, descubriendo cualidades nuevas a un instrumento antiguo. El trance se puede alcanzar tocándolas, bailando su cadencia. En un momento dado parece que las manos persiguen a las castañuelas, más tarde que las abandonan. Sigue con ellas hasta que ya casi no son reconocibles porque se han tocado indisciplinadamente, con otros objetivos y desde movimientos diversos.

Reflexiones del cuerpo fáunico

La creación es diálogo, y entre bailarín y director ha habido, hay, mucho. Ramri parte de un pensamiento propio nutrido de sus estudios y vivencias, se coloca en posiciones creativas abiertas, no normativas, que cuestionan. “Lo que propuse a Pol fue trabajar no solo desde el flamenco sino desde el intersticio de la danza española, del baile español, la escuela bolera y la danza estilizada” El repaso de lo construido hasta ahora de la pieza, unos 50 minutos, le sirve para darle al joven bailarín instrucciones claras sobre cómo abordar tal movimiento o alargar más una escena. “Utiliza todo el espacio. En general vas rápido, debes ir más lento, tómate tiempo”, le anota. Si una de las dudas de Jiménez es saber qué porcentaje de su danza deja contaminar y cuanta modifica, Ramri le da algunas claves “no es necesario ser ortodoxo siempre, se puede ser todo lo que se sabe todo el tiempo pero usarlo en función de qué se necesita en cada momento”. 

El intérprete (también co-coreógrafo) reconoce que hay momentos de la creación que han sido más ásperos, “en alguna parte me ha costado entrar, sin embargo ahora intento pasarlo bien. Cuando Bruno me preguntó hasta donde estaba dispuesto a dejarme llevar le dije que haría lo que la obra requiriera”, añade. “Ha habido que revertir cosas que estaban muy interiorizadas, negociar esto ha sido un proceso”, cuenta Ramri.

La preparación de esta pieza requirió sumergirse en muchos campos, como el del arte egipcio en el que en su día se inspiró Nijinsky y que marcó la característica perspectiva (lateral) de su figura, un recurso presente, por alusiones, en este fauno. Desde ese punto viraron hacia la espiral flamenca como lugar desde el que distorsionar la verticalidad, lo que a sus vez los llevó a la arruga y esta al pliegue. Un camino de investigación que pasa por Goya y sus figuras borrosas, una manera de llegar a este fauno que está presente pero desdibujado, en el que el trote de sus pezuñas de animal viene a ratos marcado por las castañuelas. “El rebote como principio debe estar muy presente y para hacerlo evidente tiene que sonar, para eso están las castañuelas. Al tocarlas de otra manera diversificamos en percusión, tonos, sonidos. Si el zapateado afecta a todo el cuerpo nos preguntamos qué pasaría con el palillo” añade Ramri.

Al fauno le gustan los espacios abiertos

El erotismo del fauno fue uno de los aspectos que inspiró a Pol Jiménez, quien encontró la semilla de esta obra en pleno confinamiento. El director no ha querido afirmar la masculinidad del fauno, que puede ser de cualquier género o de ninguno. Mientras que esta cualidad fue creciendo durante el proceso (llevan desde febrero trabajando intensamente), la idea de recorrer (de forma no lineal) las edades del fauno fue cogiendo fuerza de manera que estarán presentes, desde el más joven, al maduro que se vincularía con el de Nijinsky y el viejo.

Les pregunto cómo creen que se etiquetará esta creación cuando llegue al mercado escénico. «Para mí es danza española, aunque usamos las castañuelas y el zapato de otra forma”, dice Ramri, “desde la mirada, el pensamiento y la escena contemporánea”, añade Jiménez, “cuestionando por qué solo se puede usar de una manera”, concluye.

Como el fauno, ese ser híbrido, mitad humano, mitad animal, terrenal y deidad a un tiempo, así Pol Jiménez sigue su camino híbrido entre la danza española codificada y el lenguaje contemporáneo sin nombre, código ni etiqueta.

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16 de septiembre, pre-estreno, Terrats en cultura Barcelona

17 de octubre, Fira de la Mediterránea Manresa ESTRENO Intagram @poljimenez_

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