Fotos de Jorge Baldres
22 de abril 2021
Podía haber elegido entre la comunicación verbal (estudió Periodismo en Salamanca) o la expresión con el cuerpo (se formó en su Albacete natal, en Barcelona y en la London Contemporary Dance School). Eligió lo segundo. Cristina Gómez lleva años transitando por los amplios espacios de la danza: la investigación, la creación y la interpretación en proyectos propios y de otros artistas, con obras para calle, sala o espacios singulares, como intérprete y, ahora, como heroína del baile. Este fin de semana presenta en Sporting Club Russafa Dance is My Heroine, un homenaje al lenguaje que en su día eligió.
Quedamos para una sesión de zoom tras una jornada de ensayo. Pese a lo exigente de la pieza que ahora presenta, está fresca, con ganas de hablar. Repasamos su trayectoria profesional, en proceso de mutación desde que su alter ego, Fanny de Funny, irrumpiera en su creativa mente para ir desplazando, poco a poco, a EnÁmbar Danza, el proyecto que entre 2007 y 2017 le ha servido para ir presentando sus propios espectáculos. Diez años, diez creaciones, tres de las cuales han sido para público familiar.
“En 2017 me tomé un tiempo para descansar de toda la burocracia que supone tener una compañía de danza. Me fui a un pueblo perdido de Inglaterra. El segundo día de estar allí, me encontré un traje de Wonder Woman en una tienda de segunda mano, empecé a jugar con él, me lo ponía, me grababa en espacios públicos, … De ahí surgió todo esto que ahora es una pieza escénica”, me cuenta.
Leemos en la sinopsis: desear no ser tú y acabar siendo más tú que nunca. “Puede que sea esta la pieza en que más me muestro como soy, inocente, pero a la vez payasa y descarada”, explica. Es verdad que en la obra su desparpajo es un plus, igual que la sinceridad que transpira y la admiración que muestra hacia tres de las artistas que más le han influido: Deborah Hay, Yvonne Rainer y Pina Bausch. “El espectáculo está atravesado por la mención a esas tres mujeres. No importa si sabes o no quienes son. Ayuda a entender por qué la danza contemporánea es como es, por qué no interesa el virtuosismo, enseña cómo se empieza a abrir la mirada en un momento histórico”, añade. Entre las líneas de la lectura que se pueden hacer del solo, hay también un guiño a la construcción de la identidad digital, un intento de desmitificar a la supermujer, referencias al uso y aprovechamiento del espacio público y al manido Do It Yourself, muchas veces el único recurso para sacar adelante proyectos escénicos.
A fuego lento
La obra ha tenido un largo y enriquecedor camino desde 2018. En una primera parada, Matadero Madrid le concedió una residencia de dos meses para poder desarrollar el todavía embrionario proyecto. Una posterior estancia en el centro libanés Hamana Artist House amplió su investigación y confirmó que lo que en principio quería ser un site specific demandaba la intimidad de una sala. Una residencia en Carme Teatre le permitió hacer una primera presentación larga en la que testar todos los ingredientes que utiliza: música, proyecciones, textos, danza y otros recursos, como el uso de la sombra.
En este camino (con altos para seguir con las funciones de EnÁmbar), conecta con Cris Celada, de El Pollo Campero, comidas para llevar, quien le ayuda a anclar la dramaturgia de la pieza durante su estancia en L’Estruch de Sabadell. Su última parada, en Arropaineko Arragua, Lekeitio, le sirvió para contar con la mirada externa de Dani Hernández. El estreno “oficial” después de todo ese recorrido fue en noviembre de 2020, dentro de la programación del festival Dansa València. “El proceso de creación ha sido increíble. He estado en espacios muy bien dotados, con grandes equipos humanos, he hecho muestras en cada lugar. Recuerdo con mucho cariño la presentación en Hammana porque vino todo el pueblo”.
Durante los 60 minutos que dura la obra, el humor está muy presente. Le pregunto por la importancia de lo lúdico en su trabajo: “Es básico, desde el principio del proyecto he tenido la sensación de estar jugando, desde que empecé a ponerme el traje en aquel pueblo inglés. Por eso mismo busqué la mirada de Cris Celada”, añade. El montaje incluye la proyección de algunos de los cientos de videos, hilarantes la mayoría, grabados con su disfraz de Mujer Maravilla, bien sea en un prado, en medio del tráfico o en concurridos mercados. Dado el título, ¿es un homenaje a la danza? “Si, desde luego, por la admiración y cariño que le tengo a pesar de lo dura que resulta a veces, pero también porque es como una droga para mi, no puedo no bailar, no puedo no moverme”, explica.
Cristina Gómez regresó a Valencia hace dos semanas desde Olot, en cuyo festival de danza se estrenó Upper. Volumen I, bajo la dirección de Sebastián García Ferro. Tras su paso por el Sporting Club Russafa, continuará con el proceso de creación de Anhel, su nuevo proyecto junto al performer brasileño Daniel Maia. Esta creación gira entorno al cuerpo y «su capacidad para cobijar, sostener, aguantar, componer y crear monstruosidades corpóreas». Una muestra se podrá ver en el Octubre Centre de Cultura Contemporània los próximos días 3 y 4 de junio. El estreno será el mes de octubre dentro del festival Circuito Bucles de Valencia.