Foto de Ernest Zurriaga

7 de abril 2021

La voz de Jorge es profunda y aterciopelada. Los años que ejerció de locutor del magazín matinal en Radio Sol Fm en su ciudad natal, San Antonio de Arauco, Argentina, le han otorgado la maestría del oficio. Propuso aprovechar esta experiencia como recurso para el proyecto. En el ensayo de Soledad, obra aun en proceso de creación, se encarga de atender los mensajes de los oyentes, todos ellos personajes que conocen bien lo que significa sentirse solo.

Es un sábado de primavera. Quedan dos semanas para el estreno de Soledad, el espectáculo de danza inclusiva que la compañía Titoyaya estrena el próximo día 17 en el festival Dansa València y que permanecerá en cartel del 22 al 25 de abril. Estamos en el teatro Principal de Valencia. Durante la mañana, Nacho Carrascosa y Nelo Olmos han grabado entrevistas breves con cada uno de los participantes de este proceso creativo intergeneracional: por un lado, cinco usuarios de Hogares Compartidos, programa de acompañamiento social en viviendas compartidas por personas mayores; de otro, seis jóvenes extranjeros tutelados o en proceso de emancipación vinculados a Fundación Diagrama, Fundación Amigó y Fundación María Auxiliadora. En total, 11 personas a las que se suman cuatro bailarines de la propia compañía Titoyaya.

Historias de vida

En el set de rodaje se van sucediendo los testimonios. Cada uno de los entrevistados responde a dos preguntas, la primera ¿en qué momento de tu vida te has sentido más solo?, la segunda ¿cómo estás viviendo el proceso de creación de Soledad?

Se suceden las historias de vida, respuestas breves que contienen episodios esenciales para esas personas. Los más mayores, viajan por su memoria para extraer ese momento a recordar, vivencias de emigración, de orfandad, de desaparición de seres queridos. Mamen recuerda la muerte de su hijo; Jorge, cuando perdió a su madre y no pudo acudir al entierro; José su divorcio tardío; Pepa, la muerte de sus hermanas; Isidro comenta que es algo que siempre nos acompaña; Ana revive la soledad que sintió su abuela cuando de niña la dieron a ella en adopción.

Los más jóvenes, procedentes de Afganistán, Marruecos, Mali, Guinea Conakri y Ecuador cargan en sus  espaldas con terribles historias de soledad y abandono. Rutas de explotación, violencia y muerte que les trajeron a España, incertezas por su situación legal y su futuro en un país con unos recursos sociales limitados. Yacouba, de Mali, atravesó varios países hasta llegar a Marruecos para, una vez allí, cruzar a España en patera. Djibril, recuerda su largo camino de inmigración. Salió de su país a los 15 años y esperó doce meses en Marruecos hasta que entró en España. Rodeado de gente desconocida, sin saber nada de su familia durante meses, describe su soledad y desamparo. También el afgano Wahidullah, que sin poder comunicarse en su lengua llegó a un centro de menores en el que le costó encajar. Al igual que Glenda, lejos de su familia cuando con 12 años entró en un centro de acogida.

Un momento del rodaje de las entrevistas

Danza comprometida

Soledad es el segundo proyecto comunitario de Titoyaya, la compañía creada en 2006 por Gustavo Ramírez Sansano y Verónica García Moscardó, un espacio de libertad para sus inquietudes artísticas con la danza como protagonista. Bajo su sello han dado forma a una quincena de espectáculos propios. Ramírez ha ido alternando esta tarea con la creación para otras compañías nacionales e internacionales. Con el tiempo se ha ido consolidando un colectivo que circula por la escena con la soltura que otorga la madurez creativa. En 2018, la producción Bandejats puso el foco en las vicisitudes de los que migran debido a conflictos armados o amenazas para su vida. Verónica García asegura que desde Titoyaya quieren profundizar en aquellos aspectos sociales que se pueden abordar con la danza. Para aquella primera creación ya contaron con Viviana Escalé, bailarina, coreógrafa y docente con gran experiencia en danza inclusiva, quien también en esta ocasión firma junto a Ramírez la coreografía. 

La propuesta se centra ahora en esa soledad no deseada que nos hace infelices, tristes o melancólicos, que visita tan a menudo que a veces resulta angustiosa, paralizante. Según denuncia la campaña Vidas Aisladas de la Fundación Amics de la Gent Major, 129.000 personas mayores de la Comunidad Valenciana sienten distintos grados de soledad no deseada. Nada mejor para combatirla que expresarla, compartirla y exponerla ante otras personas, una bofetada que recuerda nuestras carencias como sociedad. El director reflexiona sobre la propuesta: “Podría parecer que nos servimos de la vida de otras personas para crear, pero para mí es importante hablar de ellos. Se nos olvida que están sucediendo cosas escandalosas, es nuestra obligación recordar aquello que pasa que no está bien”, y añade: “Cuando salgo de este país me siento orgulloso de logros como la sanidad publica, pero si queremos ser un país digno tenemos que comportarnos dignamente con todos”.

 

Gustavo Ramírez da indicaciones durante el ensayo. Foto de Ernest Zurriaga

Cartas que laten

Las asociaciones ejercieron de enlace entre los participantes y Titoyaya, hablaron con sus usuarios para ofrecerles la posibilidad de participar en la creación de un espectáculo de danza junto a otras personas no profesionales y en situaciones similares. Tras un primer contacto del grupo por videoconferencia, se pusieron manos a la obra con un ejercicio relativamente sencillo: cada uno debía escribir una carta o grabar un mensaje de audio sobre la soledad. Una manera directa de empezar a trabajar con el material sensiblemente humano en el que se ancla la pieza. El dramaturgo Xavier Puchades ha articulado esas cartas, con cuyo contenido ha trabajado el equipo. Durante el montaje se van desgranando las historias que contienen.

Viviana Escalé explica cómo trabajar con un grupo de gente que se encuentra por primera vez: “Hasta que no pasan unos días no sabes si son creativos o no, así que vas haciendo propuestas, viendo lo que funciona. Para algunos una imagen es suficiente para arrancar, otros necesitan algo más concreto. Para que cada uno responda está el acompañamiento. No hay un lenguaje común entre ellos, para llevar adelante las ideas que tienes hay que ofrecer mucho diálogo, encontrar la esencia de cada persona, mostrarla de forma honesta y sumar la parte artística”, afirma.

El germen del proyecto (que cuenta con el apoyo del programa Art for Change de la Fundación La Caixa) ya existía antes de la llegada de la Covid-19, pero creció con fuerza durante los duros meses de pandemia. Si los mayores se sentían solos, ese sentimiento se multiplicó; si los jóvenes se veían fuera del sistema antes, ahora vivían recluídos y con la incertidumbre acrecentada por el dramatismo de la situación global. Soledad llegó en el momento adecuado, en un contexto que pedía máximo cuidado para los más vulnerables. Los efectos sociales de la crisis sanitaria han dado mayor presencia en el debate público a la necesidad de pensar en el otro, a la ética de los cuidados en una sociedad cada vez más longeva, a la fraternidad como motor social. De esa conversación no están fuera los creadores; películas, libros, obras de teatro y danza están alimentando reflexiones y debates necesarios.

Por ese mismo motivo, amplificar la visibilidad y el pensamiento colectivo sobre el tema, las ramificaciones de Soledad son varias. A la pieza escénica que se verá en el Rialto se suma la grabación de un documental sobre el proceso creativo que se estrenará a finales de año, una exposición de fotos que se podrá ver en el vestíbulo del mismo teatro desde el 10 de abril, y una serie de talleres para recuperar habilidades de algunos de los participantes que han preferido estar fuera de la mirada del público. 

Proceso abierto

Jose bordea el cuadro negro que marca la escena en la sala donde tienen lugar los ensayos. Es un jubilado de carácter extrovertido que no pierde detalle, disparando con la cámara en aquellos momentos que considera interesantes. Glenda también permanece atenta a la acción y enfoca mientras se mueve entre sus compañeros. Ambos participan en el proyecto entre bambalinas. El equipo ofreció la posibilidad de estar dentro o fuera de lo que sucediera en la caja negra, así que ellos han elegido aportar su mirada con la fotografía tras recibir un taller sobre cómo manejarla. También Ana permanecerá en la parte que no se ve. Fue regidora de espacio en Port Aventura durante 20 años pero ahora está jubilada y echaba de menos la alquimia de la representación y del teatro, por eso cuando supo de este proyecto decidió formar parte.

 

Una escena del ensayo. Foto de Ernest Zurriaga

El material que verá el publico contiene retazos de vida de los intérpretes. En el solo de Pepa, peluquera durante 42 años, sus manos cobran protagonismo tejiendo movimientos en el aire como si peinara elaboradas trenzas. Una voz en off acompaña su desplazamiento por la escena, recordando sus viajes a París o Sao Paulo, enumerando amistades cultivadas durante su vida profesional. Movimientos delicados de cuerpos gastados que contrastan con los de los más jóvenes, vibrantes, acordes a su edad. El espigado Djibril interpreta un agitado momento durante el que mueve hasta el último centímetro de su cuerpo. Yacouba se escurre de la silla en la que se encuentra cuando Jorge le pregunta qué es para él la soledad. Se desliza bajo la mesa y se desplaza, sinuoso y expresivo, por unos pocos metros cuadrados. Recuerda un cuerpo ondeante a merced de las olas en el mar que cruzó para llegar hasta aquí. Al solo de Mouslem le acompaña su propia voz en off narrando los angustiosos momentos que vivió en la calle, desde que terminó su estancia en un centro de menores hasta que consiguió, meses después, entrar en un piso de emancipación. En la Comunidad Valenciana, más de un centenar de jóvenes permanecen en estas viviendas gestionadas por la Generalitat que pretenden paliar el vacío asistencial en que se deja a estos jóvenes cuando alcanzan la mayoría de edad. Pese a que entre sonrisas me cuenta que nunca antes había bailado, ni siquiera en celebraciones familiares, su interpretación conmueve, es un reflejo de su recuerdo de aquella reciente etapa nefasta. Puchades ha trabajado sobre las cartas escritas para adaptarlas a esos textos que expresan sentimientos y acciones verídicas.

Las escenas individuales se combinan con las de grupo. Todos los chicos juntos, también los bailarines Itxasai y Eduardo. O aquella en la que Mamen pide un bolero al locutor de radio para barrer con la escoba esos recuerdos dolorosos que le acompañan, sustanciados ahora en los cuerpos de sus compañeros de escena, también los de las bailarinas, Diana y Verónica. Así, cuerpo a cuerpo, escena tras escena, el público podrá conocer las experiencias de este heterogéneo grupo de personas unidas por dos vínculos muy fuertes: compartir recuerdos sobre la soledad y haber vivido un proceso de creación único e irrepetible.

 

Ensayo de Soledad. Foto de Ernest Zurriaga

Cómo trabajar proyectos sociales 

Gustavo Ramírez explica cómo aborda la coreografía con intérpretes no profesionales: “Tiene cierto parecido con el trabajo que hago cuando me invitan a crear para una compañía que no es la mía, ya que se trata de conocerse. En esta ocasión les propusimos juegos físicos y acciones para ver hacia donde iba cada uno. Los bailarines tenemos muchas caras, engañamos con nuestro cuerpo, con la danza solo mostramos lo que queremos. Ellos, sin embargo, todo lo que aportan es real, lo hacen con el corazón. En el grupo hay auténticos artistas, puedes ver que a través del arte están sintiendo”. «Humanidad», me responde cuando le pregunto qué le aportan estos proyectos. A la vez, aprende a lidiar con herramientas creativas diferentes de las que usa habitualmente: “Estamos cada uno metido en nuestra burbuja y proyectos como este te abren los ojos al descubrir que hay muchas formas de comunicarse, más sencillas”, añade.

Viviana Escalé ha desarrollado gran parte de su carrera en Austria y Alemania, países en los que ha estado involucrada en proyectos de calado, como poner la danza al servicio de enfermos de Parkinson. Para ella, trabajar con mayores en tiempo de pandemia ha sido una gran responsabilidad y algo más necesario que nunca. Si a ello sumamos la participación de los jóvenes tutelados, duplicamos el impacto. “La danza tiene muchos beneficios sociales y físicos. A los mayores, les da más confianza, movilidad, equilibrio, coordinación, más calidad de vida. Ayuda hormonalmente porque genera endorfinas. El contacto con otros, el hecho de compartir, hace que se active la empatía kinestésica, así que es muy importante para todos. En escena nos da opción de poner cara a temas importantes. Ver y escuchar a esos chicos y chicas a los que llamamos menas los humaniza y por tanto, también a todos como sociedad”, concluye.

Soledad se estrena el 17 de abril en el teatro Rialto de Valencia. Siguen las funciones del 22 al 25 de abril en el mismo teatro

Segunda entrega sobre Soledad, aqui

Titoyaya

Festival Dansa València

Hogares compartidos

Asociación María Auxiliadora

Fundación Amigó

Fundación Diagrama