Foto de portada: Jose Jordán
21 de enero 2021
Le pido que me de una palabra clave y contesta sin dudar: rebeldía. De ahí surge aISLA2, obra que mañana se estrena en el teatro Arniches de Alicante y vuelve a llevar ante el público a Cienfuegos Danza. Si se conoce la trayectoria de Yoshua Cienfuegos (Oviedo, 1973), y es el caso, no es una palabra ajena a este bailarín, coreógrafo y director que desde hace dos décadas permanece en la escena dancística contra viento y marea. Desde aquella maravillosa Ainielle que en 1999 le llevó desde Barcelona, donde se graduó en arte dramático y danza contemporánea, hasta Valencia, Cienfuegos no ha dejado de soñar y pelear, de crecer y crear, de ir sorteando trabas en el exiguo mundo escénico global. Eso no lo dice él, ajeno a discursos derrotistas, pero es la realidad de las compañías que nacidas a finales de los 90 siguen intentando a día de hoy mantener el pulso creativo a la altura de su madurez y en equilibrio con los recursos y ahora, además, las circunstancias adversas.
El contexto es uno, un virus nos deja k.o como sociedad, la parte social queda suspendida. Pero esta nueva obra no nace solo por la pandemia sino antes y a pesar de ella. Como todos los procesos creativos, este también es extenso y suma diferentes y extraordinarias circunstancias. Es necesario abrir paréntesis para explicar que la compañía lleva 10 años inmersa en la investigación metodológica y de notación coreográfica, lo que dio como resultado la publicación de una tesis doctoral sobre su método elaborada por la ex bailarina y colaboradora Leticia Ñeco (Programa de optimización del movimiento: PrO-M). Fruto de ese mismo proceso daba cuenta la pieza 1,618 DAVINCI (2010) que marcó un después en las futuras líneas maestras de la formación. En paralelo, Cienfuegos ha creado y consolidado en Oviedo Estancias Coreográficas, un encuentro anual en torno al estudio y la praxis, referente actual para aquellos que quieren ir al hueso de la escritura de la danza y su traslación al movimiento. Ahora, en esta nueva pieza para siete intérpretes, cinco bailarines y dos músicos, Cienfuegos se centra por completo en una herramienta propia de creación y notación llamada Pentagrama. Es la que le ha permitido trabajar el 90% de la producción con cada uno de los participantes en un espacio diferente, desde Valencia, Zaragoza, Madrid, Ávila y Lugo. «Les he ido pasando la partitura de la coreografía y cada día, después de la clase, trabajaba con cada uno en su espacio. Ha sido difícil, había mucha responsabilidad en la transmisión de contenidos, era importante cómo hacer llegar el mensaje; en el ensayo normal es todo más claro, la energía o los gestos ayudan en la comunicación», señala el director, quien ha vivido un proceso de creación, notación, escritura y reescritura constante desde que arrancó este proyecto.
Yoshua Cienfuegos en plena faena, foto de Paco Villalta
La rebeldía mencionada al principio es estrenar pese a todo, querer estar con el público en un momento de máxima dificultad, también para la cultura. Hacerlo después de muchos meses de trabajo arduo y sin contacto físico entre el equipo, con ayudas limitadas, con restricciones a la movilidad, las últimas semanas ultimando todo desde un pequeño pueblo de montaña de Asturias, atrapado por una tormenta llamada Filomena. Para rematar, no habrá bares abiertos en los que celebrar y comentar el estreno. Pero esta pieza surge también «por el compromiso con el equipo y por la necesidad de no parar, de activar mecanismos para seguir trabajando (en este caso, un protocolo telemático), de ofrecer herramientas como Pentagrama. Hemos conseguido hacerlo» afirma el creador.
Intérpretes al pie del cañón
Hay textos del coreógrafo en aISLA2 que recogen una idea central: «la necesidad de posicionamientos incómodos (la rebeldía de nuevo), de moverse desde planteamientos que cuestionen, que movilicen para generar cosas nuevas. La violencia está presente como desgarro, como sacudida de las rutinas y de las situaciones acomodadas» añade. El pasado 29 de noviembre el equipo se recluía en la sala Matilde Salvador de Valencia para hacer la prueba de cómo había funcionado hasta el momento todo ese proceso creativo virtual, ese trajín de partituras y anotaciones entre unos y otros. Una función cerrada con todos los elementos elaborados (vestuario, iluminación, música, etc.) para tomar el pulso a la pieza. Como resalta Cienfuegos, «mientras que muchos coreógrafos trabajan a partir de la partitura musical, o en paralelo a ella, nosotros lo hemos hecho al contrario, es la partitura coreográfica la que marca la composición musical». Así, dos colaboradores habituales de la compañía, Giuliano Parisi y Vadzim Yukhnevich han compuesto e interpretan en directo la banda sonora de la obra. El director destaca el arrojo de los cinco bailarines que además de haberse visto implicados en un extenso y complejo proceso de creación defienden unos textos nada complacientes. Maynor Chaves, Laura García Carrasco, Ariadna Llussa, Carmen Coy, Jesús Perona Ruiz dan forma y voz a todas esas inquietudes a través de una coreografía vigorosa, muy elaborada y exigente.
Danza española
En 2019 Cienfuegos Danza estrenaba Réquiem, obra de gran formato para 12 intérpretes con la que plantaba cara a demonios y obsesiones personales. Mientras que aquel fue un proceso visceral, ahora es la mente, la parte más matemática y racional de la coreografía la que ha marcado el rumbo, «eso requiere pensar constantemente, tener la cabeza a mil, ha sido un esfuerzo conínuo durante mucho tiempo y nos ha agotado a todos» confiesa. La danza española que tanto ritmo aportó en Réquiem está de nuevo presente en aISLA2, una veta que la compañía está explorando para sumar a su lenguaje contemporáneo.
Docente en el Conservatorio Superior de Danza María de Ávila de Madrid, el director de la compañía reconoce que llegó a la docencia por oficio, y aunque también se nutre de ella, su vocación está en la creación. «Llegué a la danza por mi necesidad de estar en movimiento constante, pero actualmente inventar, crear, es lo que me interesa». En esta pieza, además de la dirección y la coreografía firma el vestuario y los textos. La última vez que le vimos bailar fue en la video danza Cuarentena, creada en soledad durante el confinamiento. Creación, investigación y pensamiento son los pilares de un artista inquieto que siempre mira adelante. En esa búsqueda constante comparte sus hallazgos con un público al que quiere seducir a través de la plasticidad y la belleza del movimiento, de las palabras, de la música y de las ideas.
Un momento de aISLA2, foto de Jose Jordán