Imagen de portada: Fernando López en No hay bailarines en este país, foto de Laura M. Lombardía/Casa Árabe

3 noviembre 2020

Hace un siglo Federico García Lorca y La Argentinita ya lo practicaron juntos en la Residencia de Estudiantes de Madrid. El uno, tocado con el don de la palabra, la otra, con el del movimiento, en una conferencia bailada en la que ambos lenguajes se presentaban al mismo nivel. En los años 50 Vicente Escudero ofrecía conferencias ilustradas sobre “El misterio del arte flamenco”. Numerosos ejemplos recientes ayudan a exponer la idea de que el flamenco toma la palabra porque se quiere explicar, porque además de siluetas y pasos, de sentimientos expresados por unos e intuidos por otros, quiere contar cosas o, a veces, hacerse entender.  Porque la palabra se torna un elemento escénico con la misma fuerza que el propio flamenco.

Fernando López es un artista que ha practicado prolíficamente el formato de la conferencia bailada, este mismo año 2020 ha presentado tres. López (Madrid 1990) es bailaor de flamenco, coreógrafo, filósofo de formación e investigador en danza. Además de haber creado varias piezas escénicas e impartido numerosas conferencias divulgativas, ha publicado dos libros: De puertas para adentro: disidencia sexual y disconformidad de género en la tradición flamenca e Historia queer del flamenco. 

El pasado mes de julio estrenaba ¿Y después? junto a la reconocida bailaora Belén Maya, una propuesta que se pregunta por los intersticios entre categorías ya establecidas, una conferencia bailada con diferentes formatos, estilos y niveles de discurso en la que ambos reflexionan sobre la violencia implícita en toda forma de identidad, al afirmar ciertos rasgos y excluir otros, lo que “crea fronteras entre los que son como yo y los que son diferentes”.

En octubre, el madrileño presentaba una pieza que debía haberse estrenado en la sala Hiroshima de Barcelona pero que ofreció en streaming por el cierre de salas en Cataluña. Bailar en tiempos de crisis recorre las diferentes maneras en que los artistas flamencos han transformado su manera de hacer y actuar para adaptarse a la realidad económica y social. Si tras la crisis de 2008 el flamenco salió a la calle por la desaparición de salas y eso afectó a qué y cómo se bailaba, la de 2020 les ha plantado delante un mercado on line al que algunos tienen acceso y otros no. Según nos cuenta, este formato le resulta un lugar natural para comunicar, “llevo escribiendo y bailando desde los 11 años, son una forma de expresión simultánea”. Entre sus objetivos con estas conferencias bailadas está “dar más amplitud al espacio poético, lanzar preguntas al espectador que estimulen su pensamiento; ello tiene que ver con mi trayectoria y formación, vinculadas a su vez a mi formación artística y a la investigación académica, sobre todo en cuestiones de género”. Todo ello liga en su obra con la huella del recuerdo, con mirar hacia atrás: “Gran parte de mi trabajo gira en torno a la memoria histórica y la posición política que ello conlleva. Pretendo cubrir información sobre figuras marginales que siempre han existido en el flamenco pero que al estar alejados del canon se han incluido de forma blanqueada, no han sido tratadas con profundidad o análisis. Quiero presentar esos referentes porque siempre ha habido artistas valientes y rompedores” añade.

A esta forma de contar se suma la reciente creación No hay bailarines en este país, estrenada en la Casa Árabe de Madrid el pasado mes de noviembre. En esta ocasión su investigación no es sobre el flamenco sino que se centra en dos de las danzas tradicionales emiratíes. Con ello quiere “trazar el paisaje general de una diversidad de formas coreográficas en los Emiratos Arabes que han terminado por ensalzar y privilegiar la Ayyala como símbolo de la identidad nacional, convirtiéndose en una actividad permanente en actos oficiales y fiestas nacionales”. Según nos cuenta “he cogido gusto al formato, a tirar de un hilo del uso de la palabra. Desde mi pieza Pensaor cada vez ocupa mas espacio, es un híbrido que me permite plantear más cosas a la vez. Intento declinar la palabra en todas las facetas”.

Fernando López en No hay bailarines en este país

El decálogo de Daniel Doña

Cuando escuchó la petición sintió cierto pudor. Un experimentado bailarín como Daniel Doña nunca había utilizado la palabra durante su extensa carrera, ni cuando trabajaba en las filas del Ballet Nacional de España o en la compañía de Antonio Márquez, ni tampoco en ninguna de las piezas para su propia compañía, nacida en 2004. Pero para los artistas los retos son alimento, por eso cuando el Museo Universidad de Navarra le invitó a hacer una creación en la que el baile se mezclara con textos, no dudó en aceptarlo. El resultado es Retrospectiva 2.0, “un espectáculo de danza que en ocasiones se convierte en una conferencia y en el que se intercala la palabra, el movimiento y el hecho coreográfico; además tiene carácter pedagógico”, nos cuenta Doña.

Estrenado en mayo de 2018, la pieza pone en escena al propio director, al que acompaña Cristian Martín. Con un arranque trufado de detalles personales, la obra va desgranando de boca de Doña hasta nueva claves de su visión del concepto escénico y del trabajo coreográfico: el uso de brazos y manos, la masculinidad como herramienta “hacia lo sensible”, o sobre la manera en que se desprende de artificios como un ejercicio de estilo y contención al servicio de la danza.

¿Qué cree que aporta la palabra en la escena? “Cuando hablo con profanos  de la danza me cuentan que necesitan claves de lectura para encontrar significado a lo que ven. Con la danza, como con la contemplación de una pintura, deberían dejarse atravesar, sin pensar que se quedan fuera por no entenderlo. En Retrospectiva 2.0 mucha gente encuentra claves para acercarse a la danza y sentirse identificado. No es un formato nuevo, pero si interesante”, concluye. La sala Carme Teatre de Valencia acoge los días 3 y 4 de diciembre esta pieza que es a la vez un recorrido por algunas de las creaciones con las que ha cosechado reconocimientos como dos Premios Max o el Premio Ojo Crítico de Danza que concede el programa homónimo de Radio Nacional de España.

Otros ejemplos recientes y más derivaciones

Yo Bailo porque vosotros existís le decía al público Mario Maya en uno de sus espectáculos, estrenado en 1976. Camelamos naquerar se llamaba la pieza, “queremos hablar” en caló, expresión y concepto del que parte la jerezana Leonor Leal para hablar sobre Maya, su personalidad artística, sobre la pieza que inspira la conferencia bailada, pero también sobre la dificultad de la reconstrucción del material coreográfico del pasado, dando voz a su propio cuerpo a partir de la pieza de Maya.¿Podría yo tener voz propia además de mis pies, mis caderas o mis brazos? ¿Podría contar, escribir, leer y mostrar el material que atraviesa este espectáculo y que a mí me conmueve?¿Qué papel le damos al pasado para crear en el presente? Son estas algunas de las preguntas y reflexiones que se hizo Leal para abordar este trabajo que se ha visto en lugares diversos. Sobre una pantalla situada a su espalda se desgranan diferentes materiales audiovisuales, momentos del baile, y Leal, bailaora y docente, reproduce los pasos y explica su simbología, su ejecución y anécdotas relacionadas con el gran Maya.

Javiera de la Fuente es otra de las artistas (bailaora, pero también historiadora e investigadora) que se ha metido de lleno en la palabra para contarnos algo relacionado con el movimiento y el arte en El drama de una realidad sur. Su conferencia, cantada y bailada, se centra en Oración de la Tierra, del dramaturgo Alfonso Jiménez para la bailaora Fernanda Romero, ambos miembros de una escena vanguardista en la Andalucía de los 60 y 70. De la Fuente sale al rescate de Romero, figura flamenca “libre, rebelde y poderosa” para, a través ella, hablarnos de ciertas herramientas dramáticas y políticas inherentes al flamenco y al baile de la artista. Pedro G. Romero, uno de los teóricos del flamenco más prestigioso y heterodoxo del momento (colaborador de Israel Galván y Niño de Elche, entre otros), ha participado en la indagación en un pasado reciente poco conocido hasta la fecha.

Otra manera de afrontar el uso de las palabras junto a la danza flamenca en escena es la que nos propuso recientemente Juan Carlos Lérida en El Monte de los Olivos. Esta creación es uno de los seis «cuadros» que componen La Liturgia de las Horas, un acontecimiento artístico de 12 horas a partir de la conceptualización del recorrido de Jesucristo desde la Santa Cena hasta la Resurrección. La acción verá la luz al completo el próximo mes de junio en Barcelona. Dentro de este marco, su investigación sobre la palabra pone al flamenco en espacios y junto a oficios cotidianos para que circule la energía entre esos lugares y maneras de hacer y el mismo lenguaje flamenco Hace apenas unos días Lérida subía al escenario del teatro L’Artesà de El Prat de LLobregat junto al director y guionista Joan Marimón para ofrecer una conversación bailada. Uno frente al otro, a partir de un tema común y cada uno desde su lenguaje abriéndose en escucha de lo que se hacía y decía. Alternando los códigos de ambos y con la intervención al cante del Pirata, esta nueva incursión de Lérida no hace sino confirmar la capacidad del baile para seguir abriendo sus márgenes hacia la desconocido. La palabra no es más que otra de esas formas de intersección.

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