Fotos de Laura Abad

1  octubre 2020

El camino que ha elegido José Manuel Álvarez es claro, pero no recto. Se bifurca en sendas y vías que, sin alejarlo del flamenco, lo aproximan a otros lenguajes. Después de dos décadas ejerciendo de obrero del flamenco en tablaos, bajo la dirección y mirada de otros, es ahora cuando está mudando la piel para dejar atrás la parte mas pautada del arte que tan bien conoce, para dejarse llevar por los impulsos e intuiciones que le nacen como creador. El próximo 9 de octubre estrena en la Tanzhaus NRW de Dusseldorf, Alemania, Cruces, un nuevo espectáculo con el que quiere alejarse más aún de poses y artificios. Cuenta para acompañarle con Lucas Balbo en la percusión, José Almarcha en la guitarra y Pepe de Pura en el cante. Nos advierte que no será un espectáculo al uso porque además de romper las jerarquías típicas de la escena se permite una estructura más libérrima con pícaros guiños a los puristas.

El día que nos encontramos para hablar de la nueva creación, José Manuel Álvarez (Las Cabezas de San Juan, Sevilla, 1985) llega risueño y con ganas de hablar. Estamos en La Capitana, un espacio que nació para cubrir dos necesidades: la de un lugar propio para crear o ensayar, y la de un estudio donde acoger la formación que con frecuencia le reclaman. Tres años después de su apertura, el local es uno de los puntos calientes del flamenco en Barcelona, lugar donde se intercalan clases y encuentros variados de artistas jóvenes que, como Álvarez, se mueven en el infinito campo del flamenco actual.

Nacido en una familia numerosa y bullanguera emigrada a L’Hospitalet de Llobregat cuando él tenía 4 años, las juergas donde siempre bailaba fueron generando en el niño un interés profundo por la danza, afición que pudo ir desplegando en la peña flamenca de su barrio. Sin más formación temprana, a los 12 años dijo en casa que se quería dedicar a ello y comenzó a hacer cursos, el primero de ellos con Antonio Canales. Es a partir de ahí cuando este joven alto y espigado con ganas de mostrar lo que sabía hacer comenzó a dar salida a su expresividad.

Se curtió en tablaos de Madrid y Barcelona donde aprendió disciplina y descubrió con el tiempo aquello que no quería hacer. El año de la revelación fue 2013 gracias a su colaboración con Marco Flores en Laberíntica. “Esa obra me cambió. Trabajar con él, con Olga Pericet, con Daniel Doña y Juan Carlos Lérida, me hizo más fuerte. Empecé a salir de mi zona de confort. Mi maestra fue Mercedes Boronat, quien me enseñó mucho, sobre todo que podía improvisar y bailar de otra manera. En el tablao me estaba volviendo loco, cada día lo mismo”, confiesa.

Desde entonces ha ido explorando otros caminos con piezas cortas como D-Structures, Ángulo muerto, Hostal Pascual y Movimiento colateral. Pero no fue hasta 2019 cuando apostó fuerte con Bailes colaterales, su primera obra de gran formato en la que, acompañado de cuatro músicos y tres bailaoras, presentaba su declaración de intenciones. Para ello invitó a coreografiar a Marco Flores, David Coria y Ana Morales y contó con Tanya Beyeler (El Conde de Torrefiel) y Fernando López como asesores en la dirección artística y escénica. Con la ayuda de una puesta en escena renovada (iluminación, diseño de vestuario, espacio) dejaba ver parte de lo que puede aportar al flamenco.

Un año y medio después llega Cruces y la pregunta es, ¿qué impulso hay tras esta nueva creación? “El formato grande de Bailes Colaterales me cerraba algunas puertas en festivales y teatros que consideran que alguien joven debe ir paso a paso, primero presentar una pieza pequeña para después ir creciendo. Surgió entonces esta oportunidad para llegar a más espacios, una idea impulsada por la promotora Susanne Zellinger. Aunque primero iba a ser un solo, finalmente seremos cuatro en escena”.

Flamenco casa con todo

Dicen que Barcelona es una ciudad flamenca. Allí nació Carmen Amaya y otras grandes figuras como La Chana. Algunos de los tablaos más conocidos (y ahora cerrados) jalonan La Rambla. La comunidad gitana es tan numerosa como la de los amantes del arte flamenco y las principales estrellas de cante, toque o baile hicieron durante déacadas temporada en la ciudad. Sin embargo, escasea la producción y exhibición de obras híbridas, aquellas que partiendo del flamenco incorporan puntos de fuga, perspectivas, códigos y elementos diversos, no flamencos. Que le pregunten a Rosalía (a quien, por cierto, Álvarez hizo la coreografía de Malamente para la ceremonia de los Grammy) si existen trabas a lo impuro.

Por suerte, el puente aéreo Madrid/Sevilla/Barcelona-Dusseldorf es de los más transitados por los artistas de aquí. Tanto su festival anual de flamenco como la programación de la Tanzhaus NRW (Casa de la Danza) de la ciudad producen y acogen a artistas españoles. Cruces es una coproducción de Flamenco Projects, la productora de Àlvarez, con este centro alemán, allí se estrena y podrá ser visto por programadores de toda la zona como buen amplificador de todo aquello que se exhibe en su sala. 

El bailaor nos da más pistas sobre la pieza: “He querido jugar con la dramaturgia que tiene el flamenco, con las estructuras musicales y las de baile, con la estética; quería entrar en las letras del flamenco, plantear ciertas inconexiones de la tradición (como hablar de la guerra bailando una alegría), de los roles (yo siempre he querido ser también cantaor), de la jerarquía (el bailaor siempre delante, dirigiendo). Además, es un cruce de caminos, un punto de encuentro en el que los cuatro artistas centrifugamos. Se cuestiona también la importancia del origen de cada uno de los pilares del espectáculo: Pepe de Pura es de una importante saga flamenca, José Almarcha viene de Castilla la Mancha, yo llegué de un pueblo de Sevilla a la periferia de Barcelona y Lucas Balbo es argentino”.

Del proceso de creación, iniciado durante el confinamiento, ha surgido un espectáculo que “empieza por lo magnífico, como si estuviéramos en un teatro grande con luces, sedas, pero llega hasta lo mas íntimo, a lo que haríamos en casa. Se pasa de lo más artificial a lo más auténtico”, explica. 

Al preguntarle sobre el lugar del que viene y al que se dirige en el mundo creativo, el artista nos explica que “después de muchos años en el flamenco tradicional me gustaría entrar en el circuito de la creación contemporánea, trabajar con artistas como Tanya Beyeler, Pablo Gisbert y tantos otros a los que admiro. El flamenco puede ser muy performativo”.

Algo tocado su calendario por la pandemia, parece que sus colaboraciones con otros artistas y en otros campos están recobrando el pulso. Sigue de gira con el grupo musical de flamenco-jazz Los Aurora; acaba de hacer una coreografía para Sergio Bernal, ex bailarín del Ballet Nacional de España que estrena este mes en los Teatros del Canal de Madrid; está inmerso en colaboraciones en el mundo de la moda, al que cree que la danza puede aportar muchísimo, y en cuanto sea posible recuperará el calendario de Sin Permiso de Ana Morales (quien ha estrenado una pieza en la Bienal de Sevilla para la que ha contado con la ayuda de Roberto Oliván). El festival Mercè Arts de Carrer acogía hace unos días varios pases de Movimiento colateral en su versión de calle y el circuito Barcelona Districte Cultural ha contado con él en su última edición.

«Noto que estoy recogiendo el fruto de mi trabajo, poco a poco, todo son pasos. En el futuro me gustaría trabajar con más gente es escena, no bailar solo, poder coreografiar para otros intérpretes, dirigir; tendré que inventar un sistema. Pero de momento está Cruces, que es José Manuel Álvarez en estado puro”, concluye.

http://josemanuelalvarez.net