Fotografía de portada: Winner 

22 junio 2020

La acción y el movimiento son la constante en la vida de Irene García (Cieza 1985). No solo porque se dedique en cuerpo y alma a la danza desde hace años, sino porque  allá donde enfoca una idea o atisba una posibilidad acaba sucediendo algo real. Hoy me acerco a esta bailarina, coreógrafa, docente y activista que agita su entorno desde varios frentes: su compañía y productora La Quebrá, en asociación con Sergi Cerdán y sede en Barcelona, con la que en solo cuatro años ha conseguido entrar en el estrecho circuito de exhibición nacional y con la cual prepara Plàs!tic, una pieza familiar sobre las perversiones de ese material; el proyecto Muévete Parkinson, activado por la necesidad de dotar a enfermos como su padre de herramientas psicomotrices amplias; desde el Café de Eruditos, iniciativa nacida durante los peores días del confinamiento que le ha permitido entrar en las casas y conocer ideas e inquietudes de casi una cincuentena de artistas de todo el país (Guillermo Weikert, María Cabeza de Vaca, Asun Noales, Jesús Carmona, Juan Carlos Lérida, Pere Faura, Lorena Nogal y un largo etcétera).

Licenciada en Danza Clásica por el Conservatorio de Murcia y Graduada en Coreografía por el Institut del Teatre de Barcelona, se formó en técnicas contemporáneas en el Centro Andaluz de Danza y cursó tres años de Periodismo, carrera que no pudo acabar al comenzar a bailar profesionalmente, pero que no ha necesitado para demostrar sus dotes comunicativas. Con su aire desenfadado, cercano y sincero, con una casi perenne sonrisa y un peculiar brillo en los ojos, Irene García ha ido conquistando un espacio merecido a base de trabajo y esfuerzo. Un último apunte, La Quebrá, la productora «con alma» con la que materializa ideas propias y colectivas, debe su nombre a la finca agrícola familiar en la que se crió, un homenaje a sus raíces.

¿Qué fue primero, el periodismo o la danza? Primero fue la danza y luego el periodismo. Después de 10 años acabé la formación en el  conservatorio de Murcia. Quería estudiar algo más y Comunicación me hacia tilín. Me matriculé en Ciencias de la Información en Madrid y decidí aparcar un tiempo la danza. Tenia 18 años y había llevado una vida de mucho sacrificio. No tenia claros lo referentes ni qué hacer. 

Creo que tenías una bis periodística desde niña… Con mi juguete favorito, un radiocasete, hacía mis propios programas radiofónicos, con parrilla de contenidos incluída. Preparaba un sketch, grababa dibujos animados y ponía el audio, los comentaba, grababa chistes, tutoriales de cómo secarse el pelo … Tenia ganas de contar cosas, era mi entretenimiento.

¿Cómo regresaste a la danza? En Madrid, la coreógrafa y bailarina Maria Jimenez se embarcó en un proyecto de danza clásica (Arte 369) y en paralelo abrió una academia, que era muy barata.Yo no sabia quien era ella, solo sabía de la Compañía Nacional de Danza y poco más. Entré por casualidad en su escuela porque me apetecía mover el cuerpo. Ella vio en mí cualidades y me preguntó si no quería bailar, eso me tocó y me hizo centrarme en la formación profesional, la de verdad. Un día yo estaba mirando los ensayos de la compañía y me dijo “falta alguien, baila”. Y me metió sin saber yo nada de la obra, me puso a prueba. Ahí empecé con Giselle, como cuerpo de baile, luego pasé a solista, hasta que la compañía cerró cuatro años después. Esa fue mi experiencia clásica. Periodismo no lo acabé porque en el tercer curso ya estaba de gira con la compañía de María todo el año.

Después estuviste en la Staatstheater de Nuremberg, compañía que ya dirigía Goyo Montero… Esta compañía no se considera clásica, está más cerca del neoclásico, aunque su estructura está muy jerarquizada. Pero la dejé porque yo ya había conocido la danza contemporánea y me interesaba. El cuerpo me pedía crear y aportar mis ideas.

[Desde que tomó la iniciativa con La Quebrá varias de sus piezas han sido premiadas: Get no fue finalista del Premio de Danza del Institut del Teatre en 2018; Great Human fue reconocida en el Certámen Coreográfico de Sabadell; Onmia y Quimera en el mismo certámen y en el de Burgos NY; WILLIAM SYNDROME obtuvo el segundo premio del Certámen Coreográfico de VIC en 2016 y Spain is Pain ganó el primer premio, también en Sabadell, en 2018].

Durante el confinamiento iniciaste una serie de conversaciones con artistas, la mayoría del campo de la danza, y con otros profesionales de la escena actual. Llamaste Café de Eruditos a estos encuentros en Instagram Live en los que charlas informalmente de temas variopintos; en ellas sacas tu parte de comunicadora en un momento extremo de perplejidad por el encierro doméstico. Si, tiene que ver mucho, como de niña, con la sensación de estar sola y con el deseo de jugar, fue el mismo impulso. Pensé “no tengo con quien relacionarme ¿qué medios tengo a mi alcance?”. Esa es la parte impulsiva. Pero la parte consciente es que lo hice por un motivo: la aproximación a otros artistas que para mi eran referente, a los que no había conocido y quería conocer. Pensé que el confinamiento ofrecía lo necesario, un mundo paralizado frente al mundo acelerado y ocupado en el que no hubiera podido ser. Ha sido algo entre fantasía, oportunidad, tener tiempo y la predisposición de la gente para hacerlo desde un lugar poco común, en un contexto extraño. También he querido generar comunidad. Usar Instagram no solo para darme a conocer a mí, sino para, a través de ello, conocer a otras personas.

Las redes sociales han sido durante el encierro un ágora para los encuentros en torno a la música, la literatura, el teatro, pero de danza solo conozco este. No sé si ha habido más, no tengo referencias de otros compañeros. Supongo que tiene que ver con que nos sentimos fuera de lugar cuando nos tenemos que mover en un terreno que no es el nuestro. Llevo dos años llevando a la compañía, la producción, la distribución y me he dado cuenta de la importancia de generar redes, la importancia de lo que no se ve. El Café de Eruditos me ha servido para establecer esas relaciones.

Ha sido una mezcla entre la parte más íntima, personal, y la profesional de los invitados, por eso ha sido estimulante. Parece que los creadores sean un tótem al que solo miramos y estas charlas los hacen más cercanos. Ha habido días que he intentado introducir a otros artistas no solo de la danza. Como Wibur Víctor, un cómico, que viene del mundo del circo, con miles de seguidores en Instagram, y he podido usar su repercusión para dar a conocer otros artistas. He usado personajes como vínculo y puente para conectar a gente con la danza.

Algunos momentos del Café de Eruditos

¿Te has abierto más de lo normal? ¿Has dado lo mismo que has recibido? Todos hemos contado lo que queríamos contar. No me he preparado mucho las entrevistas, a los que no conocía he intentado llegar pura y preguntarles “¿tú, qué haces?”. Las entrevistas preparadas no me gustan mucho, porque están esperando a que acabes una respuesta para hacer otra pregunta y se pierde frescura. Quien tenía ganas de jugar ha jugado. A Iker Carrera le pregunté como fue la experiencia en Fama, le dije que no había visto ningún capítulo. La charla con Gustavo Ramírez fue preciosa, me contó todo, desde cuando empezó y se fue a Barcelona, que no sabia hacer un huevo frito,… habló y habló. O con Miquel Fiol, que me enseñó la casa de su madre, donde estaba; fue muy divertido.

A los creadores se les presentan pocas oportunidades de hablar, más allá de sus obras, de lo que producen, no se les conoce ¿Crees que es así? Me parece importante saber el recorrido vital del artista, los momentos por los que pasa, porque tienen dudas y ves la parte humana. Estuve hablando con Laia Santanach de creadora a creadora, o con Paloma Muñoz sobre lo jodidas que estábamos. Hablar de la dolencia y de qué podemos hacer para pasar este tiempo nos ha servido.

Tenéis en marcha una producción nueva familiar que aborda el tema de la abundancia de plástico en el mundo ¿Has avanzado con ella? Si, hemos trabajado mucho, ya tenemos dramaturgo Daniel MacAyza, Sergi Cerdán se encargará de la escenografía y la artista de circo María Villate participa en la dirección e interpretación; hemos clarificado la propuesta, han salido muchas cosas interesantes. Se trata de sacar adelante no ya una obra sino un proyecto con muchas implicaciones, artísticas, pedagógicas,… Si hablamos de sostenibilidad también la ha de tener el proyecto. ¿Es sostenible trabajar solo para una función? ¿Somos respetuosos con nuestro propio tiempo? Se trata de un espectáculo sostenible, que va en la linea de cómo yo soy, pragmática, no me gusta perder el tiempo.

¿Has seguido estos meses con tu proyecto Muévete ParkinsonEl año pasado estuve dando clases en la sede de la Asociación del Parkinson de Barcelona, con un proyecto becado por el Observatorio de Artes Escénicas Aplicadas del Institut del Teatre. Todo empezó antes, en Murcia, porque mi padre tiene Parkinson. En la asociación donde él va hacían ejercicio pero no danza, supimos de la importancia de trabajar con el ritmo y el valor añadido de la música y me puse a investigar sobre danza y Parkinson… todo para ayudar a mi padre.

Las clases en Barcelona el año pasado fueron impresionantes, con todo lo que yo podía aportar de danza, pero sobre todo la energía con la que llegábamos y con la que salían; y la risa! Ahora me he lanzado con las clase on line (al principio no quería) porque son personas de riesgo y tardarán en hacer actividades grupales. Estamos llegando a muchos sitios, no hay límites ni a nivel internacional. Estoy colaborando con una bailarina logopeda.

¿Cómo se complementan ahora mismo tus diferentes facetas? ¡Eso digo yo! No lo sé, estoy explorando todas mis posibilidades, no me lo planteo, me sale de forma natural. Cada proyecto que desarrollo es una faceta mía. Depende del día me dedico a una cosa u otra, intento organizarme bien. Mi vida es esto. 

¿Qué piensas respecto al futuro? Soy optimista. Al principio tuve unos días difíciles, pero como soy muy pragmática, ¿para qué perder el tiempo? hay que buscar soluciones. Fue duro cuando vi que no podía avanzar en lo que tenía que hacer, los bolos caían, me despidieron de una escuela de danza en la que estaba trabajando, no podía pedir ayudas, las gestiones eran imposibles, es desalentador que el sistema te deje de lado. ¿Qué puedo hacer?, pensé,  y cuando vas haciendo cosas y la gente responde, encuentras la manera de seguir haciendo. Preferiría meterme en un teatro con 10 bailarines y crear durante tres meses, eso sería lo ideal, pero como no puedes te inventas un montón de cosas.

¿Cuándo será la próxima cita con La Quebrá?  Llevo Spain is pain al Festival de Tordera el dia 11 de julio. Es una pieza de 2018 que nació de mi amor por Mariano Rajoy (ríe) y aúna varias de mis facetas, bailo y hablo, porque la danza a partir de un momento se me quedó corta y tengo un punto satírico. En julio empezamos también los ensayos de Plàs!tic en Melmac [el espacio de creación y residencia de la compañía Mar Gómez] que se estrenará en el SAT! Teatre de Barcelona el 25 de octubre.

www.laquebra.com