POR LA TANGENTE
Foto de portada V2visualstudio, diseño de Studio Llunik
13 de mayo de 2020
Artista atrevido, en su intensa vida profesional a Rodrigo Cuevas (Oviedo, 1985) le ha dado tiempo de sumar varias etapas e ir profundizando en su veta de etnógrafo hasta convertirse en abanderado del mundo rural y el folclore desde una estética rompedora que forjó en su etapa underground. Ha recorrido la escena contemporánea con sus descarados y performáticos shows, suma de cabaret, copla y burlesque, mezclado con canción folclórica del norte, gallega y asturiana, y ritmos eléctricos. Sus discos, cuatro hasta la fecha, han recogido esta voluntad de rescatar, reinterpretar y ensanchar los límites de la música popular: coplas, tonadas, jotas y otros géneros en peligro de extinción. Utiliza medias y ligueros con madreñas, ha reinventado en clave queer el atuendo folclórico de su tierra y ha homenajeado a otro asturiano de bandera, Tino Casal, con dos versiones agro-glam. Lo hemos visto cantando en un árbol, bailando en un prado, reposando junto a sus burritas o ejerciendo de labriego sexy, horca en mano. Ha evolucionado hacia un estilo más sobrio, aunque igualmente híbrido, como demuestra el disco Manual de Cortejo, producido por Raül Refree, publicado en diciembre de 2019. Rodrigo Cuevas reivindica las causas perdidas, las minorías, lo arcaico; es lenguaraz, ocurrente y rezuma sinceridad. Su sentido del humor no evita que hable de cosas serias. Talentoso multi instrumentista de voz intensa, es genuino y está en un gran momento. Nos atiende desde la aldea asturiana en la que vive. Con apenas 15 vecinos, este lugar satisface su necesidad de estar en contacto con la gente, la tierra y los animales. Cortada en seco la gira de presentación del disco por el estado de alarma, nos cuenta que desde su casa observa el paisaje del valle, el bosque, los prados y delante mismo, un tomillo en flor.
¿Cómo un disciplinado estudiante de piano y tuba acaba haciendo electrocabaret primero y convirtiéndose en agitador folclórico después? Cuando era más jovenzuelo era muy valiente. Estudié piano y tuba en Oviedo y luego fui a Barcelona a estudiar sonología, aunque sentía que no era mi lugar, que no encajaba. Entonces, una profesora me invitó a ir un congreso de etnomusicología en Mallorca y allí descubrí que me interesaban mucho las músicas tradicionales. Fue a partir de ese momento cuando quise dedicarme a esto. Después de tres años de estudios en la ESMUC (Escola Superior de Música de Catalunya) intenté cambiar de departamento, pero tenia que hacer la prueba de acceso otra vez y decidí dejarlo. Me fui a vivir a Galicia, a un pueblo pequeño. En ese momento no tenia miedo a nada y creo que eso fue lo que me salvó.
¿Qué representa para ti el folclore? Profesionalmente, me puedo dedicar a la música trabajando con el folclore y eso me aporta satisfacción porque me conecta con el pasado, con mis ancestros, con la gente antigua y, a la vez, me conecta también con el futuro porque el arte es el legado que dejas, lo que está ligado al traspaso generacional, a la transmisión oral, de vivo a vivo; no como la música clásica, donde el traspaso es de muerto a vivo. El folclore es menos historia y más prehistoria, es seguir la tradición oral, como un teléfono estropeado pero para bien, va cambiando, el que lo escucha lo reinterpreta siempre y al no haber nada escrito evoluciona mucho.
Muchas de las músicas o relatos en que te basaste para Manual de cortejo la interpretan o tocan mujeres. ¿Qué papel tiene lo femenino en el folclore asturiano? El folclore está dominado por la mujer. Es un saber que transmitían las mujeres, igual que pasaba con el pan o la cocina, lo amasaban o hacían ellas. Eran las que tocaban la pandereta, las que cantaban y tocaban en el baile, porque tocar en el baile era lo mas aburrido, lo que quería la gente era bailar, si no bailabas no podías cortejar. Prácticamente todas las cosechas en el campo las hacían las mujeres, por eso también tienen ese papel en los cantos y quería que participaran en el disco. Me siento muy bien con las señoras mayores, de 75, de 85 años para arriba. Me lo paso genial, aprendo mucho, tengo conexión. Mi sistema de valores, mi código, hace que me entienda muy bien. Están educadas de otra forma, es gente culta, con una educación justa pero con un conocimiento exhaustivo del entorno. Eso me fascina.
¿Tienes un instrumento musical folclórico favorito? El pandero cuadrado.
Parece que estés haciendo tú mucho más, desde lo pop, lo popular, por revalorizar el folclore que 20 simposios. ¿Sientes la responsabilidad de tu papel ahora mismo? Es verdad que tengo visibilidad. Los niños vienen mucho a verme, a veces hago trabajos en colegios, la gente me conoce, llamo la atención,… Cada cosa que hago intento trabajarla desde ese punto de responsabilidad, pero sin verme condicionado porque eso te puede volver anquilosado.
Hace cuatro años que tu nombre empezó a sonar más fuerte en la escena española. Tus espectáculos y conciertos te han ubicado en un lugar privilegiado, con mucha visibilidad. También en Asturias gozas de reconocimiento y te has convertido en embajador de tu tierra. ¿Ha sido siempre así? En Asturias empecé a ser más popular, fuera del ámbito del folclores, a partir del video de Verdiciu. Después la popularidad te empuja y si la llevas bien, si no se queda en una cosa muy concreta y le das continuidad al trabajo haciendo cosas interesantes puedes mantenerte tras una sobre exposición.
La bailarina y coreógrafa Dana Raz firma la coreografía de Trópico de Covadonga y has ido a clases de danza en Oviedo ¿Incorporaste de manera pautada la danza con este espectáculo o ya la usabas antes? Quería trabajar el cuerpo desde una disciplina artística (el yoga me aburría) y empecé a tomar clases de contemporáneo ya de mayor, sobre 2010, y me encanta. Aunque en todos los espectáculos he usado el cuerpo de forma improvisada, nada coreografiada, siempre le he dado peso a la corporalidad y al movimiento. En el ultimo incorporé la coreografía porque, claro, con la improvisación si no tienes unos recursos acabas haciendo lo mismo y me estaba quedando encasillado. Hablé con Dana y le dije que necesitaba ayuda. Estuvimos trabajando durante una residencia artística en La Laboral.
También bailas jotas, xiringüelu, danzas gallegas como la muñeira… La muñeira la aprendí en Galicia. Como dice el refrán, hay que aprender en el baile, y eso hice yo. Allí se celebran muchos bailes tradicionales, que para mí es muy parecido a la musica electrónica: bailar, bailar, bailar, hasta que llega un punto en que ya no sientes el cansancio. Bailé tanto que empecé a dar clases a las señoras de mi pueblo. Aquí, en Asturias, he seguido bailando.
¿Qué es lo siguiente en lo que quieres profundizar? Me gustaría hacer un trabajo más profundo de la voz, buscar otra sonoridad, experimentar con ella. Cantar más tonada, que la canto a mi manera, pero me gustaría cantarla como los paisanos y a partir de ahí ir a un punto más experimental con la voz.
Eres un defensor de la lengua asturiana y, por extensión, de todas las lenguas minoritarias y te molesta el maltrato oficial al que se ven sometidas. Hay un punto de la oficialidad que hace que estemos en un mundo muy normativizado. Nuestra generación, por ejemplo, habla un castellano normativo, lo que ha hecho también perder muchas cosas de la lengua. Pero la única forma de que las lenguas minoritarias sobrevivan es con apoyo institucional. Estamos sin alfabetizar en nuestra propia lengua, la gente que tiene el asturiano como lengua materna no lo sabe escribir y tenemos el derecho de estudiar y alfabetizarnos en nuestra lengua. Ahora mismo en Asturias hay una hora semanal de lengua y literatura, ¡y es optativa!
¿Cuantos conciertos online has hecho durante la cuarentena? Solo dos, muy al principio por mi cuenta, gratis, y uno reciente, cobrando. Paré, decidí que no quería hacer más conciertos gratuitos a través de unas aplicaciones norteamericanas, que pagan una mierda de impuestos en España, que no monetizan para los artistas. Esto lo repito en todas las entrevistas, a ver si hay alguien con capacidad para crear una aplicación, española o europea, que sea potente, gestionada por artistas, o pública pero gestionada por los artistas, y pueda monetizarlo; o que, simplemente, pague impuestos aquí y dejar de darle contenido a los de siempre. Muchos tienen que estar pensando en ella.
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