Fotos de Kazumasa Horiuchi
17 abril 2020
Carmen Muñoz forma parte de una heterodoxa comunidad de artistas que a partir de su formación, y sirviéndose de las herramientas propias del flamenco, está ensanchando sus códigos tanto a nivel teórico como práctico. La joven investigadora, intérprete y coreógrafa (Granada, 1988) presenta en Bailes de histéricas su parte más introspectiva tras invocar a grandes bailaoras neoflamencas de los años 80.
La orden de confinamiento cogió a Carmen Muñoz ensayando en Sevilla con la compañía Estévez/Paños, por eso decidió pasarlo en la casa familiar de Granada y no regresar a Barcelona, ciudad en la que reside desde 2017. En Bailes de histéricas indaga en las peculiaridades estilísticas de las bailaoras Fanny Elssler, Manuela Vargas, Carmen Mora y La Chana y realiza un viaje a través de sus cuerpos para descubrir su propio baile. El estreno definitivo de la obra ha quedado en suspenso por la crisis sanitaria, pero esta pausa le ha servido para profundizar en esta investigación convertida en pieza escénica.
Después de formarte en Úbeda, Granada, Sevilla y Madrid, recalaste en Barcelona hace tres años ¿qué te hizo instalarte en la ciudad? Empecé a ir a Barcelona a trabajar con Pol Jiménez y me interesó, había algo que me llamaba mucho la atención en relación al flamenco, me sentí totalmente comprendida. En Madrid me encontraba dentro de un registro, el de danza española, y necesitaba salir de ese formato. Estaba haciendo el Grado de Coreografía e Interpretación en el Conservatorio Superior de Danza de Madrid y decidí acabarlo en el CSD del Institut del Teatre, terminar la carrera en Barcelona y cambiar el rumbo.
Antes de Bailes de histéricas habías presentado ya varias piezas propias ¿qué cosas te inspiran para crear? Desde mi formación en flamenco y danza española siempre me he sentido muy atraída por la danza contemporánea, he ido experimentando en busca de mi propio lenguaje, pero tras Vallejo y Catalina mía ha sido la tradición del flamenco la que me ha inspirado, sobre todo la de los cantaores. Siempre me ha gustado estudiar, me he empapado de información y me lo he llevado a la escena. En Bailes de histéricas mi interés por el estudio del pasado sigue ahí, pero llevado al cuerpo presente. Barcelona me ha dado ese gusto por lo tradicional, por traer el pasado al presente y a mi cuerpo de hoy.
La Barcelona de la que hablas, ¿en qué personas y lugares se materializa? Yo he estudiado en el Institut del Teatre, he tenido a profesores que me han marcado mucho, como Juan Carlos Lérida, Lipi Hernández o Guillermo Weikert. También ha sido crucial el Laboratorio de Investigación Flamenco del mismo IT; están, además, mis compañeros, porque su manera de ver la danza es diferente de la de mis compañeros de Madrid. También he estudiado y bailado con José Manuel Álvarez, que me ha inspirado mucho y me ha hecho cuestionarme mi papel dentro del flamenco.
El cuerpo se retuerce
En Bailes de Histéricas hay un estudio y explicación rigurosa de cómo se mueven las cuatro bailaoras, hablas de forma, de contenido y de sentimiento ¿Ha sido ese el punto de partida para llevarlo a tu cuerpo? Este ha sido mi proyecto de final de carrera en el IT, así que tuve tiempo para investigar. Empecé por un estudio riguroso de los cuerpos, analicé a todas: este movimiento es frontal, este es sinuoso, este es más contenido,… Me aprendí de memoria sus bailes y me di cuenta de que tenia que saltar a la subjetividad para poder invocarlas en mi cuerpo. Creé con cada una de ellas un personaje que, aparte de lo anatómico del cuerpo, me ayudara en su escena, que partiendo del cuerpo fuera diferente energéticamente.
¿Por qué estas cuatro bailaoras? Las escogí porque fueron pioneras, ellas abrieron las puertas y las demás entramos y bebemos de esa forma de bailar. Primero escogí a Carmen Mora, Manuela Vargas y La Chana, todas en plenitud en los años 80. Yo nací en 1988 y estoy en medio de su época y la actual. Me siento identificada con sus bailes. Ha sido bonito ver en ese espejo con qué me identificaba de cada una. De Carmen Mora, su sinuosidad, la mirada hacia dentro; de Manuela Vargas que contiene la energía hasta no poder más; y de La Chana, la improvisación de la que se ayuda para traspasar el momento e ir a otro lugar donde puede pasar cualquier cosa. A mí me encanta no saber que va a pasar. Me veo reflejada en ellas.
Fanny Elssler fue una bailarina austríaca de danza española del siglo XIX, ¿qué aporta a la obra? Como punto de partida necesitaba una figura con un aire más inocente que las otras tres. Fanny Elssler bailaba hacia fuera, para el público, no era pasional como las otras, su movimiento era en frontal, lateral y vertical. En Bailes de histéricas hago un viaje desde fuera, la parte más extrovertida, hasta llegar a mí, a Carmen Muñoz, que es la parte más introspectiva.
¿Qué son los bailes de histeria? Me he apropiado del término bailes de histéricas referido a esas enfermas que todo el mundo imagina gritando; además, es un término que se aplicó a las bailarinas de la Modern Dance. Yo me he llevado esto a mi manera de bailar, a la parte más introspectiva de la pieza. Me he inventado mi propia histeria, una excusa para hablar de mi baile.
¿Ha sido amplio el proceso de creación? He leído mucho: tesis de Penélope Pulpón sobre las flamencas de los 80; libros como Invención de la histeria del filósofo francés Didi-Huberman; o los estudios de Freud sobre el mismo tema. También quise emular las sesiones de histeria con público que se hicieron en el hospital parisino de La Salpêtrière en el siglo XIX, organizadas por médicos. En estas sesiones había actrices que se transformaban, se retorcían como si fueran enfermas de histeria, eran actos performativos para mostrar la enfermedad. Así que decidí hacer mis propias sesiones de histeria y enseñé mis avances a otros artistas, compañeros, tutores, para que me ayudaran. También fui a la Biblioteca Nacional en busca de información. Entrevisté a Belén Maya para que me hablara sobre su madre, Carmen Mora, y a Isabel Bayón, quien me habló de Manuela Vargas.
Foto de Welcome Library
¿Cómo se relaciona esto con la Modern Dance en la pieza? Tanto la Modern Dance como la histeria son un sustrato que me ha ayudado en mi investigación de los cuerpos. Real o imaginario, yo encuentro conexión entre las mujeres pioneras, las de la Modern Dance y las del flamenco; entre la improvisación de La Chana y la improvisación rompedora que tuvo la Modern Dance en relación al ballet clásico. De los bailes de histéricas me interesaban esas fotos en que se las veía interpretando, unos cuerpos muy retorcidos, que me han servido para la parte final, para mi propio baile.
¿Cómo es ese baile? Es por soleá y consiste en hacer lo justo y necesario, en estar con una misma y conseguir casi no hacer, que toda esa histeria vaya hacia dentro. Eso se consigue con un trabajo brutal de introspección.
Confinamiento activo
A la espera de saber si finalmente Bailes de histéricas se podrá presentar en la sala Hiroshima de Barcelona el próximo mes de junio, Carmen Muñoz continúa redondeando la pieza, para la que cuenta con el cante de Pepe de Pura en directo. Como intérprete versátil que es, forma parte de varios proyectos artísticos que han tenido continuidad estas semanas de encierro a través de las pantallas. Con el colectivo Lxs Empíricxs siguen las sesiones de trabajo para retomar en cuanto sea posible la muestra que quedó suspendida en marzo; el pasado 12 de abril tomó parte, junto a los compañeros de DOCE, en la improvisación para streaming que Juan Carlos Lérida ofreció de su última pieza escénica; ha interpretado en el salón su pieza Vallejo para la plataforma Performing 19. Combina toda esta actividad con el entrenamiento físico. Las ganas de seguir creando y creciendo superan cualquier dificultad, por muy amenazadora que esta sea.