Foto, Alfred Mauve
Atraído por un flamenco primigenio, Albert Quesada lo ligó con contemporáneo. Ya ha creado dos obras bajo este influjo. El Mercat de les Flors repone del 8 al 10 de noviembre Flamingos, la última y más explosiva de todas. Nos lo cuenta él mismo…
El bailarín y coreógrafo catalán Albert Quesada (Barcelona 1982) sigue labrando una carrera con numerosos puntos de fuga en la cual la relación con el público tiene uno de sus ejes principales. Por ello ha hecho piezas de calle, se ha inspirado en el deporte, se ha acercado a Bach, Wagner o Ligeti y hace cuatro años comenzó una aproximación a ese duende flamenco capaz de conectar con mucha gente gracias a su energía y transversalidad.
Formado en danza en las escuelas MDT de Amsterdam y PARTS de Bruselas, la misma curiosidad que en su día le llevó a iniciar estudios de filosofía es la que le ha llevado al flamenco. No tenía un interés previo en un lenguaje que no entendía; fue al bailarlo en una pieza de Zoo/Thomas Hauert, compañía en la que ha sido intérprete, cuando se despertó una curiosidad por encima del consabido ritmo. “Poco después de aquello fui a un tablao y noté que había algo que me hacia vibrar. Al investigar he cambiado mi entendimiento de la complejidad de la música, de la voz y del baile flamenco” nos comenta.
El dúo UnDosTresUnDos (estrenado en 2015), todavía en gira, fue una primera incursión en el flamenco. En 2019, el proyecto Célula del Mercat de les Flors le ha permitido trabajar durante tres meses y estrenar en marzo una nueva investigación, está vez amplificada, que 8 al 10 de noviembre vuelve a la sala MAC del teatro barcelonés. Si en la primera eran dos los bailarines, en Flamingos son ocho: Blanca Tolsá, Eliott Marmouset, Katie Vickers, Laila Tafur, Mario G. Sáez, Miquel Fiol, Víctor Pérez Armero y Viktoria Andersson. Todos han participado en la creación de una manera muy activa. “En ellos he buscado tanto una musicalidad sensible como esa creatividad que permite ir más allá de lo que puedes hacer”. En la pieza se combinan escenas de grupo con solos en los que cada bailarín brilla de manera especial al son de la música elegida por cada uno. De Maria Callas a Whitney Houston, la banda sonora no se ciñe a soleás o martinetes. “Yo tengo mi propia visión del flamenco y les pedí que expresaran su acercamiento a la intensidad, buscando a través de músicas que elevaban la danza de cada uno para mostrar que el flamenco se puede extraer de muchos sitios diferentes” apunta el creador.
CuatroCincoSeis
No solo el formato es distinto. Si en UnDosTresUnDos deconstruía el lenguaje, cogiendo algunos de sus elementos para llevarlos a la danza contemporánea, siempre acompañado de música flamenca, en Flamingos hay otra fisicalidad. Además de jaleos, mantones, braceos, palmas o taconeos (sin tacones) se ve un estiramiento de los cuerpos más allá de la estilización propia del baile español “Me interesaban maneras de moverse que no son cómodas pero que reflejan una búsqueda, he tratado de imaginar con el cuerpo otros lugares”.
Las fuentes de las que se ha nutrido en su investigación flamenca han sido variadas: “Juan Carlos Lérida fue quien me abrió la puerta musical para UnDosTresUnDos; he visto programas como Rito y geografía del cante, de TVE, y documentales como Triana pura y pura, de Ricardo Pachón. Me interesan especialmente los bailaores de antes de que se codificara el lenguaje, los menos formalizados”.
Quesada se refiere a Flamingos como una explosión. A nivel estético lo consigue a través del vestuario de Jorge Dutor y Meritxell Janot. Lentejuelas, flecos, lycra o encajes de tonos intensos en una combinación formal y colorista muy generosa, con cambios de ropa constante que refuerzan una de las ideas centrales de la pieza: somos personas cambiantes según el momento en que estemos y por eso la música nos afecta de diferentes maneras. El resultado es un espectáculo luminoso, vibrante, en el que el humor y la personalidad de cada intérprete ayudan a viajar por su tesis escénica.
Entre Barcelona, Bruselas, Inglaterra y Estados Unidos, Albert Quesada se prepara para una temporada en la que bailará con la Penguin Cafe Orchestra y con el ensemble barcelonés Frames Percussion. Junto a las facetas de director y docente, bailar sigue siendo una necesidad vital para él. “Saltar y girar, saltar y bailar hace feliz a quien lo hace y a quien lo mira” concluye.