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Foto de Vortex, Albert Vidal

La fórmula que ha llevado a un increíble éxito de convocatoria a este proyecto de Roberto Olivan, que ahora cumple 15 años, es la combinación de formación, exhibición, acción comunitaria y mimo organizativo en torno a la danza y el circo contemporáneos. Aunque los números cantan, fuimos a comprobar empíricamente como se lo montan para juntar durante dos semanas de julio a miles de personas en el espectacular entorno del Delta del rio Ebro.

La variedad de talleres y cursos, 21, es un aliciente que este año ha atraído a más de 200 jóvenes de 50 países de todo el mundo. Durante dos semanas han recibido formación de coreógrafos como David Zambrano, Linda Kapetanea y Jozef Frucek de Rootlessroot, Lali Ayguadé, Laura Aris o Maria Kolegova de Última Vez. Tras sudar la camiseta durante el día en sesiones de mañana y tarde en alguno de los espacios habilitados para los talleres de danza o circo, la noche permite ver espectáculos y convivir con la comunidad artística que durante aquellos días se instala en Deltebre. También se crean fuertes vínculos con los vecinos; ubicado en medio del parque natural del Delta de Ebro, la localidad, de apenas 12.000 habitantes, ha integrado ya en su padrón a estos visitantes ocasionales que durante dos semanas de julio llenan el pueblo de una energía especial.

Aunque muchos se alojan en la escuela L’Assumpció, habilitada para darles cabida, los mejor organizados o aquellos que repiten alquilan casas para su estancia. Si durante el día los grupos se reparten entre los seis espacios de formación, al atardecer resulta curioso verlos llegar en sus bicicletas, el medio de transporte más popular, para el avituallamiento diario en una gran carpa preparada como comedor para decenas de personas.

Roberto Olivan (Tortosa 1972), el bailarín y coreógrafo de trayectoria internacional que un día soñó con volver a su tierra para aunar sus dos grandes pasiones, la danza y la naturaleza de la cual extrae su enorme energía, ha picado mucha piedra para conseguir apoyos, aunque aúnfaltan muchos para hacer sostenible el festival. El proyecto cuenta con reconocimientos locales: Premio Cultura Deltebre 2012 y 2017; de Cataluña: mejor proyecto cultural de 2015, 2016, 2017 y 2018; y Europa: ejemplo relevante de la European Dancehouse Network y nominado, de entre 700 aspirantes, a los premios europeos EFFE 2019-2020 de la Asociación de Festivales. Pero, sobre todo anima al reducido y apasionado equipo de Oliván el hecho de agotar cada año las plazas de todos los cursos y las butacas para ver todos los espectáculos, superando en impacto la anterior edición, que el año pasado alcanzó a 12.000 personas.

La programación artística

Durante nuestro ejercicio empírico pudimos asistir a varias propuestas escénicas de algunas de las 48 que este año formaban el cartel. Una enorme carpa de circo para 900 personas ubicada junto al rio es uno de los escenarios principales. El jueves 11 de julio se celebró la V Gala de Circo Solidaria, volcada este año en el devastador incendio que dos semanas antes afectó más de 2500 hectáreas del interior de la provincia de Tarragona. La proyección de un video danza de Oliván en la zona quemada abrió las conciencias.

El viernes 12 de julio el ambiente en el exterior de la carpa era variopinto: vecinos y familias del pueblo y de localidades cercanas, bailarines, artistas y un buen puñado de voluntarios que ayudan a crear un ambiente cálido y festivo. Roberto Olivan ejerció de maestro de ceremonias para dar paso a las cuatro propuestas de la noche. Haa Collective, de Cataluña, mezcló la suspensión capilar con la danza y una propuesta sonora y lumínica muy elaborada; Anastasia Believa y Justin de Jager bailaron correctamente un dúo original al que hubiera ayudado una mejor selección musical; la australiana Lilian Steiner, colaboradora de artistas como Lucy Guerin, jugó con la idea de ambigüedad de la sirena en un solo que arrancó muy bien pero fue perdiendo fuelle por exceso de duración; por último, Yvonne Smink, escaladora volcada en la poole dance desde 2011 ofreció fuerza y poesía en un breve solo de contundente resolución.

Al acabar la gala, el punto de encuentro de la explanada junto al rio, bien provisto de puestos de comida y bebida acogió un concierto gratuito de Los Forasteros, quienes tuvieron a los asistentes en marcha hasta bien entrada la madrugada.El sábado 13 se anunciaba como uno de los días especiales del festival. Tras el taller de twerking matinal (gratuito y abierto a todo el mundo, como otros muchos talleres del programa, que buscan acercar la danza a toda la población), la tarde nos esperaba para hacer un recorrido artístico por parajes singulares.

Cuatro autobuses nos llevaron serpenteando la geografía del Delta, deteniéndose en aquellos puntos donde había representación. El mirador Zigurat es una torre desde la que se otea un manto de humedales verdes en plena explosión cromática. A los pies de esta torre es donde Roberto Olivan interpretó Socarrel, pieza de 2017, junto a Magí Serra, el trio de voces Vox Biguerri y el maestro alfarero Joan Panisello. Una pieza centrada en la ancestral relación hombre-naturaleza interpretada con el rumor del viento y del rio de fondo y bajo un sol de justicia.

Sentados a la sombra bajo los pinos de la zona de Riumar pudimos ver las cinco piezas cortas que hubo a continuación. Jóvenes bailarines y también coreógrafos como Marion Sparber y Alan Fuentes, Rebeca Portillo, Camilo Regueyra y Akira Yoshida y Dunya Narii que ofrecieron diferentes estilos y cualidades para un programa más interesante por el entorno donde se desarrolló que por la originalidad de las propuestas.L’Obrador, antigua cámara de los arroceros del pueblo habilitado hace dos años como espacio de creación y exhibición por Olivan, sirvió de peculiar espacio para la muestra también especial de Mirage, de los húngaros Hodworks. Conocidos en España tras su paso por festivales como Cádiz en Danza o Tercera Semana (Valencia), el sexteto dirigido por Hadrienn Hód ofreció una delirante pieza de 90 minutos en la que poco a poco fueron extendiendo diferentes azotes sobre las convenciones culturales y artísticas, pasando de la parodia a lo grotesco, del gesto mínimo a la pirueta, del mallot al desnudo y provocando la hilaridad en el abarrotado espacio.

Hasta el domingo 28 continúa en Deltebre la oferta formativa y artística con Rocío Molina, Bodhi Project Peter Jasko y muchos otros. Deseamos larga vida al festival de los campos de arroz, del omnipresente río, de la brisa marina, la belleza natural y la poesía del movimiento.

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