29 de noviembre 2021

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La foto de un hombre negro ahorcado en un árbol fue el disparador. Pearl Primus intentó traducir con movimiento la rabia, el dolor, la frustración que un crimen racista como aquel provocaba en personas como ella. Era 1943 y en Estados Unidos la desigualdad entre blancos y negros era profunda, hiriente. El solo Strange Fruit, sin música ni más acompañamiento que una voz en off, fue un grito de dolor. Su creadora, la joven estudiante y bailarina Pearl Primus (Trinidad y Tobago, 1919-Estados Unidos, 1994) se convirtió con el tiempo en una de las figuras más relevantes de la danza afro-americana. Repasamos su figura con motivo del centenario de su nacimiento.

Una curiosidad ilimitada 

Primus fue una mujer multifacética dentro del tema en torno al cual giró su vida: el estudio y la interpretación de la influencia de la cultura africana en la norteamericana. A partir de este centro de interés, desarrolló una extensa carrera como bailarinacoreógrafa, divulgadora, docente y antropóloga, ramificando su saber por su propio país y por diferentes países africanos donde guió proyectos formativos y artísticos.

Cuando tenía tres años, su familia se instaló en Nueva York, ciudad desde la que irradió su curiosidad primero, su instinto, talento y conocimientos después. Aunque iba para médico, fueron precisamente las restrictivas políticas raciales de la época las que, después de sortear diversos meandros, la llevaron hacia las clases de danza en The New Dance Group, donde entró becada. Fue la primera bailarina negra en formar parte de aquel combativo grupo de bailarines creado en 1932, que entendía la danza como un arma para provocar reacciones, para luchar contra la pobreza, el racismo, el fascismo, las injusticias.

El Caribe en la sangre

La herencia recibida de su familia, orgullosa de sus raíces afrocaribeñas (su madre era una excelente bailarina trinitense), germinaron pronto en una chica inteligente y enérgica de físico atlético y carácter decidido. Un viaje iniciático en 1944 la llevó a convivir con las comunidades negras del profundo sur en Alabama, Carolina del Sur y Georgia. Observando cómo se ejercían los oficios en las comunidades rurales, recogiendo ella misma algodón en los extensos campos de Alabama, asistiendo a las celebraciones donde canto, baile y espiritualidad se mezclaban sincréticamente, Primus comenzó a labrar un camino de investigación en el que pudo seguir trabajando el resto de su vida.

Una de sus piezas más conocidas es The Negro Speaks of Rivers, a partir de un poema del reconocido poeta Langston Hughes. Junto a Hard Times Blues, inspirado en el trabajo de los aparceros en el campo, y Strange Fruit fueron las piezas que durante décadas formaron parte de los repertorios que recogían la tradición negra de la danza americana y han seguido representándose hasta hoy día.

Maestros e influencias

Tutelada por sus maestros de The New Dance Group, amplió formación con Marta Graham (quien la llamaba La pantera), Asadata Dafora o Doris Humphrey. Bailó primero con diferentes formaciones, también en musicales, en lugares tan emblemáticos como el Madison Square Garden o el Carnegie Hall. Formó su propio grupo en Broadway, Primus Company, con el que actuó en teatros y festivales de Estados Unidos, Gran Bretaña, Israel o Francia.

Gracias a una beca de la Rosenwald Foundation visitó nueve países africanos en 1948, una primera toma de contacto real con todo tipo de danzas en SenegalAngolaCamerún o Nigeria, conociendo bailes rituales de hasta treinta tribus diferentes. En África, la danza es ir más allá, explicaría a su regreso. Creaciones como Fanga Busasche son fruto de aquella inmersión. Su tarea de búsqueda y preservación de danzas ancestrales sumaron valor a su labor. La relación con África se prolongaría durante décadas, a través de diferentes tipos de proyectos, como el de dirigir entre 1959  y 1961 un centro de creación en Monrovia, la capital de Liberia.

Su visión consistió en entender la danza afroamericana como tal, sin ningún tipo de acento étnico o exótico que desacreditara su validez como manifestación artística. En la línea de Katherine Dunham, la gran pionera de la danza americana de origen negro, puso en valor la herencia de la danzas africanas en la cultura americana, ampliando su campo de acción a la investigación y la teoría. Había ingente material dancístico en el día a día de las comunidades negras, una idea que tuvo gran influencia en coreógrafos negros posteriores como Alvin Ailey, para cuya compañía repuso en los 70 algunas de sus primeras coreografías.

Siempre en movimiento

Diferentes capas de sus múltiples facetas se fueron superponiendo —mi vida ha sido como viajar río arriba, dijo—,  combinando la creación, la interpretación, el activismo, la enseñanza, a la que dedicó más de tres décadas, la gestión y la investigación, faceta esta última que culminó en 1978 cuando obtuvo su Doctorado en Antropología por la Universidad de Nueva York.

En 1979, fundó junto a su marido, el también bailarín trinitense Percival Borde, el Pearl Primus Dance Language Institute. Allí ofrecía clases que mezclaban las danzas africanas y caribeñas con técnicas contemporáneas y de ballet. Fue en esos años cuando resumía en una entrevista en The New York Times el alma de su proyecto vital: Empecé a bailar para mostrar la dignidad,  la belleza y la fuerza de la gente negra. Quería enseñar a los blancos el respeto que merece esta cultura y enseñar a los negros esta herencia.

El libro The Dance Claimed Me, de Peggy & Murray Schwartz, recoge con detalle la frondosa biografía de Pearl Primus, quien recibió en vida numerosos reconocimientos, como la Medalla Nacional de las Artes de los Estados Unidos. Activa hasta poco antes de morir en 1994, una de sus frases desvela la idea que la guió: La danza ha sido mi libertad y mi mundo; no bailo para entretener sino para ayudar a la gente a entenderse mejor.