Foto, David Ruano
Cesc Gelabert y sus colaboradores llegan al Teatre Nacional de Catalunya el próximo 7 de marzo para estrenar Nom, espectáculo inscrito dentro del Festival Dansa. Quinzena Metropolitana. Hablamos con él de este y otros proyectos.
Junto a Cesc Gelabert, Borja Ramos en la composición musical, Conchita Pons en el diseño de iluminación y Lydia Azzopardi en el de vestuario firman Nom, una creación que abordan con la intención de aportar frescura y no perfección, estímulos nuevos al espectador, de quien también esperan creatividad a la hora de recibir la pieza y hacerla suya. Los cuatro bailarines que estarán en escena junto a él se sumaron al elenco creativo en la fase final del proyecto, momento en que se elaboraron los materiales coreográficos. «En diez días no se crea una coreografía pero sí desarrollamos ideas con las que poder bailar ya que los intérpretes manejamos grandes dosis de improvisación», nos confirma. Para llevar adelante este plan ha contado con dos bailarines a los que conoce bien, Robert Gómez y Samuel Delvaux, y con dos nuevos, María Andrés y Junyi Sun. “No verás bailarines que bailen como yo, es algo que no me interesa; yo tengo una visión, una experiencia, pero quiero que los bailarines se muevan a su manera y que compartamos ideas».
Gelabert, quien estrenó el pasado noviembre un solo en el Baryshnikov Arts Center de Nueva York, destaca la diferencia entre ambos proyectos: “Framing Time es un trabajo creado al milímetro, los únicos cambios en la coreografía son apenas detalles, mientras que en Nom trabajamos la improvisación bien entendida. Se abre el proceso a mis colaboradores habituales, no lo dirijo yo sino los cuatro, es otra dimensión creativa», concluye.
En su ya dilatada trayectoria de cuatro décadas en escena, el coreógrafo catalán ha podido trabajar desde diferentes ópticas, bajo distintos impulsos. En los años 80 en el Teatro Regina de Barcelona ya invitaba a participar en su laboratorio a músicos, fotógrafos o escenógrafos, coordenadas que han marcado un camino creativo de gran libertad formal.
Ahora incide en ese espíritu. «Me interesa probar cosas y no preocuparme de que estén acabadas. La danza en su humildad se adapta a todo. Pocas artes hay tan flexibles como ésta. Una coreografía no es más que un pacto secreto entre personas”, afirma. Una de las aportaciones de Nom (que en coproducción con el TNC y Dansa. Quinzena Metropolitana, festival de Barcelona se verá del 7 al 17 de marzo) será la utilización de un sistema de sonido 3D desarrollado por el Grupo de Tecnologías Audiovisuales de Eurecat-Centre Tecnològic de Catalunya. Borja Ramos nos explica que la música llegará al público a través de 24 altavoces que cubren la mitad del perímetro de la sala. “Son un hardware y un software novedosos que nosotros implementaremos por primera vez en escena gracias a Sfear”. Para Ramos supone un reto trabajar con un sistema con el que la música puede cobrar demasiado protagonismo pero, precisamente por eso, este proyecto es un estímulo. Su composición, electrónica tendrá dos capas, una fija que será lanzada desde uno de los ordenadores, y la improvisada que lo será desde otro.
Tanto Ramos como Pons se ubicarán en un espacio similar a un foso delante del escenario, lo que permitirá al público observar cómo van manipulando las mesas de sonido y luces para crear in situ nuevas variaciones en cada función. Aunque ambos partan de patrones prefijados, los estímulos, sensaciones e interacciones diarias determinarán la materialización de cada pase. Lidia Azzopardi ha contado con el fondo de vestuario del TNC para trabajar cada día con texturas, materiales, colores y composiciones diferentes, sumando variables a la libertad formal desde la que parte el trabajo.
Preguntamos a Gelabert sobre la idea de la cual parte el título de la propuesta, Nom, que quiere decir “nombre” en catalán. “Las cosas existen cuando las nombramos y este espectáculo es un proceso de cómo materializar las ideas, las sensaciones, las emociones de todos para crear. Para mí bailar es habitar el cuerpo con el corazón y la mente. Sin cuerpo no hay danza, pero sin mente ni emoción tampoco por eso la búsqueda de espontaneidad no está en contra del buen uso de la mente”, añade.
Pleno y contento en esta etapa de su vida, Gelabert confiesa haber realizado muchos de sus sueños. Este 2019 verá la luz el libro El que m’agradaria que la dansa fos (Lo que me gustaría que la danza fuera). “Es un libro que llevo escribiendo desde los años 70; es teoría de danza, pero no de la danza como forma de arte sino en general, como parte de la vida. Lo hago para transmitir el conocimiento que yo he adquirido y me gustaría que sirviera para muchos tipos de lectores diferentes. Los contenidos, que siempre me los he imaginado expuestos más a través de una web interactiva que de un libro en papel, son como un árbol que se va abriendo en ramas, de la misma manera que se va desplegando la vida”.