Foto, desfile de la Bienal de la Danse
La Bienal de danza de Lyon es para los amantes de la danza lo que el festival de Cannes para los del cine, una cita ineludible durante la que abordar un programa de novedades de todo tipo de estilos, que combina nombres consagrados y emergentes, locales e internacionales, y que se extiende más allá de lo escénico a soportes como el cine, las artes plásticas o la tecnología.
Pero sobre todo la Bienal es una gran fiesta de la danza para miles de vecinos de la ciudad y su área metropolitana, que cada dos años se involucran en Le Défilé, la gran parada coreográfica con la que recorren el centro de la capital. Desde su primera edición en 1994, Le Dé, como se le llama coloquialmente, ha ido creciendo y adaptándose a los cambios sociales hasta ser lo que es hoy en día, un proyecto colectivo de participación ciudadana que tiene en el movimiento su eje y motor para fomentar la cohesión, la creatividad y los valores cívicos.
El próximo 16 de septiembre se unirán en una sola marcha los 12 grupos que durante año y medio han trabajado en diferentes entidades de barrio (hasta 500 colectivos y asociaciones están implicados, acompañados de profesionales de las artes escénicas) cada una de las coreografías corales que en total pondrán en movimiento a 4.500 personas. Se trata de un reto en el que se implican coreógrafos, diseñadores de vestuario, atrezzistas o músicos para conseguir un resultado vistoso y de calidad que se puede seguir durante 1’5 kilómetros de recorrido.
No en vano suman 10.000 las horas de creación y ensayo dedicadas al gran baile colectivo con 250 profesionales de los cuales 21 son coreógrafos, algunos tan conocidos como Mourad Merzouki. Si las cifras asombran, más impresiona ver en directo esa cantidad de personas, de entre 10 y 80 años, moviendo sus cuerpos rítmica y coordinadamente.
El colofón de esta edición, que tiene como tema central la paz, será la participación de 300 coristas amateurs que, capitaneados por el Orpheon *La Compagnie vocale, interpretarán Imagine de John Lenon. Será en la explanada de Bellecour, la plaza que abrazada por el Ródano y el Saona acoge cada año el fin de fiesta más espectacular.
Estrenos y otras citas
La Bienal, que dirige Dominique Hervieu, se centra este año en las relaciones que establecen los coreógrafos con la imagen y arranca el 11 de septiembre con dos nombres de referencia, como son Peeping Tom y Maguy Marin. Gabriela Carrizo y Franck Chartier han adaptado para 19 intérpretes del Ballet de la Ópera de Lyon su premiada 32 Rue Vanderbranden, pieza inspirada en La Balada de Narayama de Shohei Imamura, con la que los directores, haciendo honor al nombre de su formación, intentan profundizar en la vida de la gente, explorando su intimidad.
Maguy Marin, una de las coreógrafas más combativas de la escena, denuncia de nuevo el capitalismo, el neoliberalismo y las trampas del poder que debilitan al individuo. Ligne de Crête, pieza para seis bailarines, es una llamada a la resistencia y uno de los estrenos más señalados del programa.
Destaca también el homenaje que Lyon rinde a Merce Cunningham, el desaparecido coreógrafo estadounidense que tan profundamente influyó en la danza del siglo XX. Cerca del centenario de su nacimiento, en 2019, la compañía del Centro Nacional de Danza Contemporánea de Angers presenta Biped, una especie de zapping entre secciones secuencias y acciones variadas, y Beach Birds, compuesta junto a John Cage.
La veterana compañía de Angelin Preljocaj participa por partida doble: estrena Gravité, una pieza abstracta para 15 intérpretes y un programa con las piezas Still Life y Un trait d’union. La presencia de Jerôme Bel, otro de los habituales de la Bienal, se concreta con la presentación en vídeo o en vivo, todas en espacios públicos, de cuatro de sus creaciones de entre 1997 y 2018. Mi trabajo es hacer de la danza una herramienta para la emancipación, para el intérprete y para el público, declara uno de los artistas cuya obra ha generado más debate en los últimos años; mientras unos encuentran en sus propuestas transgresión y ruptura de códigos, otros ven solo boutades de artista atrevido.
Entre las 64 creaciones que se podrán ver en las salas de Lyon y la región hasta el 30 de septiembre, encontramos varios nombres de artistas residentes en Barcelona: Cris Blanco, quien llegará con El agitador vórtex, una película escénica; Lali Ayguadé con Incógnito (estará también presente por la proyección de Timecode, el corto ganador de la Palma de oro en Cannes 2016 y seleccionado para el Óscar en su categoría en la última edición de los premios, protagonizado junto a Nicolas Ricchini); y La Bolsa, colectivo que junto a Thomas Hauert creó en 2015 La mesura del desordre, estrenado en el festival Grec de ese año.
Otro de los nombres propios es el de Saburo Teshigawara, quien junto a Rihoko Sato estrena un dueto inspirado en la Sinfonía fantástica de Berlioz, composición que interpretará en directo la Orquesta de Lyon. También destaca Euripides Laskaridis, creador griego que comenzó su andadura con Robert Wilson y Dimitris Papaioannou que presenta Titans con su colectivo Osmosis Performing Arts.
El nuevo trabajo de Rachid Ourandame sobre los exiliados, Franchir la nuit; el siempre sorprendente mago de la ilusión Martin Zimmermann con Eins Zwei Drei o We are Monchichi de Compagnie Wang Ramirez son otros de los alicientes de una Bienal en la que el hip-hop, las propuestas familiares o los encuentros entre creadores y público acercan más la danza a todos.
Un capítulo especial dedicado a propuestas de realidad virtual y danza inmersiva y un Dansathon (Danza + Hackahton), el primero en su categoría, que unirá durante 72 horas a creadores de Lyon, Londres y Lieja, diversifican los alicientes de un festival que cada dos años hace visible la pasión colectiva por el baile y el ritmo .