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La relación que inició con el ballet cuando era adolescente estuvo marcada por el erotismo, por eso para Mauricio González es tan natural que su pieza Wakefield Poole: visiones y revisiones plantee las conexiones entre el segundo acto de El Lago de los cisnes y una de las más conocidas películas norteamericanas de porno gay.

Cuando Boys in the sand (1971) se cruzó en la vida del bailarín transgénero se le presentaron delante una serie de felices conexiones que le animarían a sacar adelante la creación de la que hablamos: su director, Wakefield Poole, había sido bailarín de los Ballets Rusos de Montecarlo (formación heredera del espíritu de los Ballets Rusos de Serguei Diagilev),  en los que interpretó abundantes roles clásicos, entre ellos el príncipe Sigfrido de El Lago, antes de dedicarse al cine porno gay, al que dotó, según sus admiradores, de un toque de belleza y expresividad que vieron como herencia clara de su pasado balletístico.

En la pieza, González, quien compara en escena y con la ayuda de un video las similitudes entre personajes y situaciones de ambas obras, el ballet clásico y la cinta erótica, expone la tesis de que el pasado artístico de Poole se refleja claramente en su forma de hacer porno.

Lo que empezó como un trabajo pequeño en 2010 ha ido creciendo en duración y trayectoria hasta convertirse en la pieza de la que el creador se siente más orgulloso: “Llevo toda la vida haciendo ballet para llegar hasta aquí, y notar eso es una sensación maravillosa”, comenta.

Después de bailar un buen número de años en compañías de sello clásico y neoclásico como el Ballet de Zaragoza, el Ballet de Víctor Ullate o la Compañía Nacional de Danza, con cuyo director artístico Nacho Duato trabajó dos años, Mauricio colgó las mallas y dio un giro radical a su vida. Regresó a su ciudad natal, Las Palmas de Gran Canaria, donde después de abrir un bar se sumergió en el mundo de la noche una larga temporada.

Desde que volvió al mundo creativo ha colaborado con otros artistas y ha firmado piezas como Ballets blancos o Carmen estampada, pero es sin duda Wakefield Poole de la que se siente más feliz. “Yo podía haber sido Wakefield Poole, para mí el ballet ha estado ligado a la excitación sexual; cuando empecé a formarme visionábamos los clásicos del ballet con nuestro profesor en su casa, en su habitación, que es donde tenía el video; las sensaciones eran muy sexuales, por eso siempre he visto el lado porno del ballet”.

El cuerpo del artista mantiene la contundencia de sus años de ballet, podemos verlo con detalle porque la mitad de la pieza la interpreta desnudo de cintura para abajo, solo vestido con una típica chaqueta de bailarín clásico y peluca coincidiendo con la revisión de escenas que del segundo acto de El Lago hace. En la segunda parte, en la que disecciona con detalle imágenes de Boys in the sand para reforzar su tesis, también nos habla de su propia transformación.

“No me da la sensación de haber hecho una performance intencionadamente sexual, yo creo que más bien he construido un cuento”. Lo cierto es que ese fantástico cuento sorprende por su original punto de partida pero también por sus dosis de ironía, de transgresión y por la manera de abordar de forma tan sincera su propia biografía.

Uno de los sueños de Mauricio/Celeste es mostrarle la pieza al mismo Wakefield Poole, quien a los 75 años vive en Los Angeles. Durante este tiempo ha intentado contactar con él por varias vías sin conseguirlo, pero recientemente ha conocido a alguien que tiene acceso al ya retirado director y que intentará ponerles en contacto. Cuando este día llegue será sin duda otro momento único en la vida de este singular artista.