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Foto de Brodas Bos

La danza urbana ha demostrado tener una capacidad de conexión ilimitada con el público joven. Una danza explosiva que mezcla lo mejor del Bboying con otros estilos e influencias.

Kanga Valls había ganado importantes concursos internaciones de hip-hop antes de formar grupo estable. Influido por la mezcla que todo acercamiento al hip-hop permite, comenzó a ponerle sello a su estilo con la fusión de funk y old school de raíz americana con técnicas asiáticas. Inquieto y atrevido a partes iguales, el joven coreógrafo, bailarín y también director lidera Kulbik Dance, formación de danza urbana que ha subido como la espuma en el panorama escénico reciente.

En los últimos 4 años la nutrida tropa liderada por Valls ha estrenado Cube y Camins, con los que ha realizado una generosa gira por Cataluña, España y Francia (de la primera con 45 funciones y de la segunda, estrenada en mayo, con más de una veintena), algo impensable para la mayoría de espectáculos de danza contemporánea. La clave está en la fusión musical (blues, electrónica, jazz, reggae), con la de estilos de hip-hop (lockingpoppinghypeanimation) y disciplinas como la poesía, el mimo o el lenguaje contemporáneo. Curtidos en batallas (de baile) y en escuelas de Europa y Estados Unidos, sus seis miembros actuales, entre los que se encuentra una Bgirl, Susanna Ayllón, transitan con naturalidad entre lo explosivo y lo delicado, la expresividad, el virtuosismo, el humor y el trazo sobrio.

Iron Skulls es otro de los grupos que más impulso está cogiendo, sacando el Bboying (palabra que viene de mezclar las palabras Break Dance y Boy para referirse al baile urbano) del gueto de batallas y encuentros especializados y aprovechando su magnética capacidad de conexión con el público.

Sus ocho miembros suman a su asombrosa capacidad de girar, saltar y hacer todo tipo de juegos con sus cuerpos, otras habilidades tan rotundas como la acrobacia, las artes marciales, el tap o el ballet. En sus piezas hay reflexión y mensaje: si en Sinestesia reflejaban un grupo de supervivientes post-apocalípticos, en Nur abordan la distancia entre el ego y el colectivo y en Digital Slaves la fatal dependencia tecnológica.

Aunque el paisaje se anima, falta la ebullición de países vecinos como Reino Unido y Francia, donde el hip-hop saltó a la escena en los 90, ya que se dio un caldo de cultivo que ha permitido la formación de compañías de tanta calidad como Accrorap, Black Blanc BeurViceversaMassala o Käfig.

Uno de los más consolidados grupos de danza urbana de nuestro país es Brodas Bros. Este mes de febrero vuelve al escenario del Coliseum de Barcelona, uno de los teatros con más solera de la, escénicamente hablando, mítica avenida del Paralelo. Que uno de los grandes teatros de la capital catalana abra sus puertas de nuevo al hip-hop dice mucho sobre la capacidad de movilización que tiene la compañía. Formado por dos parejas de hermanos, Lluc y Pol Fruitós, y Berta y Clara Pons, Brodas lleva una década dinamitando la escena con sus descargas de adrenalina. Técnica, velocidad, música en directo, humor y mucho ritmo en las escenas dan como resultado propuestas de éxito seguidas por miles de entusiastas espectadores. Los Brodas desarrollan además una importante tarea pedagógica en escuelas e institutos llevando su estilo a las aulas. El contacto directo con el baile ayuda a crear interés entre los estudiantes, que se podrán convertir, quién sabe, en futuros espectadores de danza.

Los Supremos han ido combinando en sus 15 años de vida la parte más comercial y espectacular de la danza urbana con los trabajos especialmente destinados a la escena como Techknized. Talleres, concursos, publicidad y formación constante que convierten a los valencianos en uno de los grupos pioneros en llevar el hip-hop al escenario.